Olor penetrante

A tientas. Avanzamos con los ojos vendados. Intentamos dar pasos en vano. Nos vemos partir a nosotros mismos en dirección contraria. En toda contienda tiene que haber un vencido, y nos tapamos las pupilas para no ver en que ha quedado el destino y las mentiras sobre las que tuvimos que jurar para mantenernos en pie. Nada en que creer y todo el espacio del mundo para perdernos. Las paredes que se alejan putrefactas intentándonos embaucar hacia otros lugares. Se acomoda el terror en nuestras mentes impidiéndonos dar un paso más.

Luchando contra ser mediocres y ese abismo que se abre debajo de las piernas y nos permite observar las penas que acumulamos. Se oyen caer las lágrimas contra el abismo y nos negamos a reconocer que salían de los luceros pegados a la que es nuestra calavera. Una marcha fúnebre que van bailando como un vals unas plañideras que no conocemos pero que nos saludan con sordidez en cada esquina. Somos incapaces de pagar las deudas que nos comen. Y se revuelcan contra nosotros y nos abren las viejas heridas que ya apenas sabíamos que teníamos. Todo con una mezcla de un olor penetrante que se pega a la garganta y nos hace vomitar. Tirados una vez más.

Un nombre antiguo me sigue e intenta que lo reconozca. Me niego a volver a mis pasadas manías. Su femenina forma de ser alivia la tensión pero me recuerda que el sabor a sangre no llega allí solo. Me persigue algo de forma irracional y con una rapidez que no consigue que mis instintos den abasto. Algo que se ríe y a mi me hace llorar. Volver esa es la idea principal pero por el camino me encuentro los huesos roídos de todo lo que intente, cosidos los retales de todas las veces que me puse a prueba. Por ellos supura sangre y algo de forma viscosa que huele mal. Difícil de encadenar tantos nefastos habitos. Se debería de encurtir mi piel pero solo encuentro cicatrices y costras.

No es el momento de tomar una decisión pero aun así algo me aprieta el pecho y me obliga a determinar hacia donde dirigir mis próximos pasos. Una playa donde pensé que calmara mi sed. Y lo único que se dan son despedidas. Gente que no volverá y son incapaces de secar sus pañuelos bajo la mentira de un regresos que es falacia. A todos se los tragara la mar. El viento me trae un olor especial, a sal y muerte. Bajo la certeza del dolor, colgándonos del primer árbol que veamos, algunos se quedaron allí para siempre con el cuello partido. Sin la más mínima posibilidad. Yo aun espero por si acaso. Tu mano tendida. La última esperanza que me dijera: ven.

Circunstancias

La esperanza se desvanece. Nada nos ata a lo prometido. Parece que traicionarse fuera la constante. Todo lo que nos une se desvanece como una ilusión. Nos encontramos en una espiral de desesperación donde todo duele, es una constante. Las paredes se empequeñecen y nos ahogan de una forma que no podemos explicar, simplemente no podemos respirar, y se queda una sensación enrarecida. Apenas somos capaces de hablar. La vida se nos llena de actores que interpretan un papel repetitivo que se dedica a clavarnos la puntilla, viendo como nos desangramos por los rincones.

El eco de las emociones que nos pasaron por encima se repite una y otra vez. Aturullándonos. Volviéndonos un poco más locos que de costumbre. Sacándonos de quicio de una forma que nos confunde y nos deja rotos por la mitad. Y esas mitades se diluyen en una lluvia torrencial de miedos irracionales. Una nueva oportunidad perdida que se queda entre los dedos y nos es imposible sujetar. Viajamos sin ningún tipo de equipaje y por nuestras propias pesadillas que nos adormecen las ganas. Perdidos.

Se lo contamos a alguien como si esto fuera buena idea y decidimos que vamos a dar un paso más, sin darnos cuenta que nos encontramos a un paso del precipicio. Y en la caída nos desmembramos dando rienda suelta a las ideas que se nos pegaron al paladar. Algo tenia que salir bien, pero no tenia por que ser esta vez. Caer como normativa. Empiezo a arder y soy incapaz de calmar las ascuas que queman mis decisiones. Supuran mis heridas, que empiezan a llenar de sangre seca mis vestiduras. Me tizno, me vuelvo de un color opaco y soy incapaz de decidir nada por mi mismo, se lo dejo todo al rencor y a la pesadumbre que empieza a hacer sombras chinescas dentro de mi cabeza.

Soy aprendiz de mi mismo, no logro hacerme con las riendas de mis propios sentimientos que nadan en vino. Al menos una parte de mi tendrá la excusa de encontrarse con el dulce embriagamiento de los vapores de las uvas, que maridan perfectamente con la inexactitud del pasar de los días. Pudiera ser erróneo el calculo pero parece que nos vamos a dar a ningún buen puerto como destino. Lo que falla nos engulle y son los ladrones los que hacen su agosto. Todo en penumbra de nuevo. Vuelvo a buscar en el fondo y lo único que encuentro es la esperanza de seguir juntos, a fuego. Sin vacilar.

Tío vivo

Nos desviamos creyendo que vamos a encontrar lo mejor y lo único que conseguimos es confirmar que no teníamos ningún camino. Todo patas arriba en nuestras cabezas. Cambiamos de dirección cada por tres por un espejismo que nos explota en la cabeza. Leemos los mejores poemas y los dejamos atrás, se nos atragantan en las cuerdas vocales intentando cambiar el mundo que no nos hace ni caso. Y explosionamos por dentro, no nos permitimos el lujo de dejar nuestras vísceras pegadas a los azulejos de la cocina, que nos ve despertar con cara de moribundos.

He cambiado el paso y todo me parece oscuro otra vez. Se repiten las mismas formas de morir y las avergonzadas formas de maneras de mantenerse con vida. El mismo tío vivo que nos va a ver desaparecer sin pena ni gloria mientras lo que se pudre son nuestros adentros. Suena una música que soy capaz de reconocer. El silencio del verdugo que obedece a sus sentidos más primarios, y a la extraña obsesión de embolsarse unas monedas más en el bolsillo. Todo tiene que acabar pero que hace en el momento más inoportuno. Lo que se nos escapa no vuelve nunca más.

Me invento la manera de aguantar un día más. Sin demasiadas florituras. Lo suficiente para mantener el paso. Y pareciera como si se quedara inmóvil todo, incluidas las personas. Todo es un decorado que se funde a negro justo ante de reventar, y convertir en ratones infectos a todo ser viviente que se deshacerá en enfermedades que te derriten los órganos internos. Los ojos en blanco por todos aquellos que no queremos reconocer. Las purulencias de nuestro propio fracaso. Me asomo por la calle a las casas ajenas, aquellas que han dejado la ventana abierta para combatir el calor que les derrite y puedo comprobar como se amodorran los cuerpos delante del televisor al comprobar la realidad.

Un todo que nos engulle y no permite que cierren las heridas, bañadas en sal. Un silencio que llega después de atronar nuestros oídos con las peores palabras malsonantes que nos definen, y nos dejan estáticos. No sabemos lo que significa tan solo que estamos en llamas, y es imposible apagar el fuero interno. Creemos que nos darán una nueva oportunidad al día siguiente y podemos observar como todo ha fenecido ya. Inerte y parado se encuentro todo lo que conocimos. Se autodestruye. No queda la más mínima esperanza entre las horas que nos recorren la piel. Ya queda nada diferente. Tan solo la suerte de conocerte. Y dar vueltas…

Pellizcos

No me siento de ningún sitio. Ando y pertenezco a cualquier lugar. Siempre confundido sin otro paso más que dar. El suelo marca mi procedencia. Dando vueltas y agazapado entre la niebla. Toca dar la cara ante aquellos que enarbolan sus banderas y no nos permiten proseguir. El tiempo se acaba, no es infinito, nos va a alcanzar y nos rompe la quijada. Se estropea el silencio y nos cambian por otros que se suponen no van a rechistar. Algo huele a rancio. Todo permanece cerrado para que no escapemos, pero somos incapaces de estarnos quietos.

Nos movemos a ras del suelo. Siento un pequeño pellizco que me recorre la espalda cada vez que vienes a mi memoria. Empece cerca de mil cartas y ninguna de ellas contiene el remite, tampoco se se si voy a acabarlas. Me tumbo sobre la maleza y esta se me clava. Aunque no lo parezca las repaso antes de irme a dormir. Nunca te llego a olvidar. Puede que las expectativas nos siguieran esperando un poco de más.

Hay un montón de luces encendidas que se supone no deberíamos despertar. Miles de ecos que retumban y nos nombran con los peores intereses. Es mejor seguir andando como siempre hemos hecho, con un sentido cojo que no sabe bien titubear, y sigue siempre el camino maltrecho. Se nos monta de repente este pequeño desastre que demasiadas veces cobra protagonismo en nuestras vidas. En el mismo instante que notamos como nos persiguen nuestras resacas se ponen en modo delirante. Si quisiera saber algo no andaría siempre en la cuerda floja, parece que tuviéramos prisa por olvidar algo.

Se nos clava en el costado y cambia de velocidad, de repente podemos ve el fondo del lío en el que nos estamos metiendo, y nos empieza a gustar lo profundo. La espinita que tenemos clavada se niega a salir y el vaso no se vacía por muchos sorbos que demos. Empezamos a agonizar. No hay manera. Las cofradías reniegan de nosotros. La esperanza parece un nombre dejado algo en desuso que se renegó hace tiempo ya. Intentan que se nos obstruya las gargantas pero somos incapaces de obedecer. Este dolor no puede durar eternamente. Solo lo que queda entre tu y yo es para siempre.

Habitaciones pintadas

Empezar de nuevo en ningún lugar. Recordando siempre los viejos sitios. Escuchando las voces de la derrota que nos acompañaron en la antigüedad. Colgando de dos clavos que nos sujetan por las manos y nos impiden decidir nada. En el fondo de los ojos el vacío. Todo se ha ido desvaneciendo de poco a poco y no ha quedado más que la ausencia. Todo se escapa por las costuras. Habitaciones recién pintadas que intentan tapar todo lo que fuimos y un pasado oculto a conciencia.

Andamos despacio esparciendo tristeza y nos sentamos en el suelo con las manos entre la cabeza intentando averiguar el motivo. Se desvanece a nuestro parecer. Intentamos encontrar un significado pero las lágrimas brillan y el olvido hace su aparición. Nada va a quedar. La calma no es más que un preámbulo de los rayos y truenos que descansaran sobre nuestras cabezas. El adiós es lo que ocupa todo. No sabemos vivir con nosotros mismos. Esta noche nos perderemos y las esquinas que nos siguen hasta dar con nuestra propia alma, desnuda e incapacitada.

Hemos de empezar de cero una vez más. Esperando que la escarchase derrita sobre nuestra frente, y derrita la culpa que somos incapaces de solucionar. Desnudos en el baño con el agua cayendo sobre nuestro cuerpo que claudica y acepta de una vez por todas que no solo los astros nos trajeron hasta aquí. Tal vez fue una serie de malas decisiones. La luz palidece y no deja vernos los pies que están llenos de heridas que supuran por no saber elegir el camino. Ciego ante los espejismos que sigo a diario y me llevan detrás de otro desconsuelo. En los mapas no quedan ciudades sonde no hayamos transigido ante nuestros actos sin bendecir.

Cuando acabe no quedara nada por lo que santiguarse. No encuentro una sola zona en la que poderme tumbar a descansar. Las advertencias nos señalan y se quedan cortas ante las huellas en el hielo que vamos dejando. Trampas que nos ahogan. Nuestros sueños están en las nubes que siempre nos obligan a partir. Existe un deseo que se escuda en el miedo y se empeña en no llegar. Pero no es forma de vivir. Escuchamos los dimes y diretes de un parlanchin mentiroso que variaba sus ilusiones, y me pierde jugar. Ahora no me queda otra que seguir tus pies, tus pasos. Seguirte si te atreves. Volver a ser dos, unidos.

Antes de salir el sol

Es un circulo cerrado. Todo se repite una y otra vez. Ahora es lo más parecido a ayer. Intentando romper con la monotonía que no nos deja respirar. La soledad se mira en un espejo y lo que se le refleja es mi sombra. Sin que nada pueda volver. Lo que se fue es una tormenta que nos moja hasta dejarnos empapados y sin posibilidad de secarnos. Algo en el aire huele a que esto va a salir mal. Sin vacunas para el pasado, el futuro se nos muestra con mala cara antes de salir el sol.

Durmiendo en la calle sin pedir nada y con cara de cuento antes de empezar. Lo que dure la melancolía es lo que nos va durar la esperanza. Todo vuelve pero con otro sabor. Esta vez con algo metálico y humedad por en medio. Tal vez con un aire de perdedor que no quisimos asumir. Agobiado por la cama vacía y mis zapatos viejos que se niegan a dar un paso más. Y sin embargo no estamos más que a la mitad del camino. Volver no es una opción, perderse es a lo que nos dedicamos a diario. Ver como se pudre la tinta del bolígrafo ante que llegue el fin. No nos acostumbramos.

Había futuro ante que descubriéramos la verdad. Arrojamos la toalla pero no nos quisimos enterar. Si la pelea sigue no nos va a quedar más remedio que poner la jeta. Se confunden las frases en las esquinas, y procuramos que no digan nada, antes que no lo puedan echar en cara. Hicimos un camino de velas y mentiras hacia lo más profundo con resignación y falta de razón. Con la única perspectiva de que algo acabara bien y sin embargo no podemos dejar de ver un agujero muy profundo que nos engulle y se traga todo lo que suena sincero.

Opacos y contra las sienes son los golpes que recibimos ahora, pero no dejare que su nombre se confunda las colillas de los ceniceros en los que me dejo la mitad de la vida y de mis promesas. Suenan por bulerias los chismes que nos cuentan lo que no debimos de hacer, y nos lo repiten una y otra vez. Rezamos a estampitas equivocadas, a unos santorales que estaban a otra cosa, y nos cruzamos con nuestras peores pesadillas. Parece que la suciedad se nos volcara encima. Y claro deja su decadencia a modo de rastro que no nos podemos quitar. Algo que se mueve y parece mohoso, quiere hablar en nuestro nombre. No lo podemos evitar. Ahora toca saltar. Volverte a ver y no repetir. Salir de la rueda. Volver contigo mi única vereda.

Por evitarlo

Empezamos de cero o eso creíamos. Tenemos un pasado y apesta. Queremos olvidar todo y todo se nos agolpa en la cabeza cortándonos por la mitad. Lo que hicimos no fue lo mejor mas bien daba vergüenza ajena, y ahora tenemos que vivir con ello. Ponemos cara de no poder hacerlo y nos mecemos de atrás hacia adelante con ganas de olvidar. Todo nos va a pasar factura. El daños que hicimos y que se clava en lo más profundo del corazón dejando raspas que nunca vamos a poder lamernos. Sin cerrar las heridas

Apostamos más de lo necesario y nos salio mal, como no podía ser de otra manera. Desertores del buen juicio nos vamos por el desagüe y nada se hará por evitarlo. Somos lo peor, y lo firmamos ante una sentencia que nos deja en un ínfimo lugar, el que nos merecemos, pues de tanto tirar los dados no encontramos mas sitio que estar con la cabeza pegada al suelo. NO creo que me merezca que te acuerdas de mi. Asi que sigo mi camino que no admite escondites. Sin haberte olvidado tendré que dar un par de pasos hacia el paso del tiempo. Mi nombre es un descuido.

Celebró algo y no se que es. Probablemente nada llega a su fin sin un poco de ayuda. Y a mi me persigue la mitad de la marea de mojigatos que se creen todo a la primera. Sin un contraste de lo deficiente de mi persona. Aquello que va a quedar embarrado en la lápida que no cuidaran mis hijos. Un vodevil mi cabeza, aun no me puedo creer que mis dedos ensangrentados vayan a sujetarme a ningún lado. Cambio de sitio con la intención de mejorar algo y lo único que consigo es volverme loco. A cada momento con menos lucidez. Me preguntaría y no sabré responderme. Siempre perdido, fuera de lugar, encontrándonos algo por lo que llorar y los pecados mirándonos frente a frente a la cara.

No hay manera de omitir el delito consumada ya la falta, solo queda que paguemos. Desconchada la pared por mi bolígrafo que cuenta los días a sabiendas que lo justo es penar y olvidar la luz. Se nos mojan los pies por los charcos de aguas putrefactas en las que se lavaron nuestros trapos sucios. Arañazos en la espalda como un mapa es lo que nos queda en nuestros recuerdos. Donde no queda consuelo me parece que es donde me toca quedarme a vivir. Hasta que te vuelva a ver. Hasta que te vuelva a pedir perdón.

Fecha de caducidad

Me siento pequeño. Sin una salida clara. Despistado. Empiezo a ver pasar las horas sin un motivo. El pesimismo nunca fue mi amigo pero parece que se abraza a mi espalda. Me confundo de camino y cambio de paso. Existe un olor al que sigo de una forma incoherente y el tiempo se acaba. Me temo que seas tu. Todo se mide como una vela que gotea y deja su rastro en el suelo, donde los segundos no sean más que la distancia que nos separa de la realidad. Y después ese miedo agolpado en los huesos como una humedad que pudre.

Empiezo a no entenderme a mi mismo. Lapidas sin nombre multiplicadas. Todos tenemos fecha de caducidad y desapareceremos sin dejar nada. Es un laberinto que nos engaña desde primera hora de la mañana donde intentamos meter nuestros sueños en una maleta abandonada. Un huracán que nos absorbe y nos devuelve rotos. En pedazos. Podríamos ver nuestra calavera desde bien lejos y no acertamos a adivinar que nos hundimos.

Soñamos e hicimos bien, a doble espacio quisimos escribir nuestras memorias, dejando que las estrellas iluminen el camino de vuelta y de repente la oscuridad. La más absoluta nada que nos come la cabeza. Pudimos ser parte del espacio y sin embargo lo único que vale la pena se diluyo. Me parece que eres la salvedad que no fue vista con anterioridad por la tormenta que ahora nos moja los pies, y nos entierra. Me enfrento solo y noto los miembros rotos, nada puede salir de este agujero con un mínimo de esperanza. Suenan de nuevo las voces opacas que nos oprimen.

Nos alcanzan los gritos e intento salir de mi propio cuerpo. Nada que pueda solucionarse. Manchas en mitad del sendero que nos impiden avanzar. Un impacto en mitad de la cara que huele a pólvora y nos destroza la faz. Empezamos como si no imaginásemos que esto tendría que acabar. Cada vez peor color. Nos preguntan y no escuchamos. No queda tiempo. Se nos comen las esperanzas. Si nos quedásemos parados estaríamos cubiertos de herrumbre. Se nos cambia la naturaleza. Empiezo a andar con paso firme. Siempre hacia tu cama.

La caída

Amanece un nuevo día. Debemos empezar y no se por donde. Todo se me atraganta. El sueño no termina de disiparse, y los anhelos no se cumplen. Ojala descubriera de que material estoy hecho y pudiera así llegar a comprenderme. La caída hacia abajo es imparable, y el suelo se abre para que impactemos mucho más al fondo. Se cambian las posiciones y atravesamos los momento que no quisimos vivir. Todo nos duele, y no podemos evitar ese momento. Volvemos despacio y lento, en la traquea todos esos instantes que nos fueron quitando la vida de poco a poco.

Intentamos abrir las alas, y nos resulta imposible, están polvorientas y raídas. Ya nada puede parar el golpe. Los topetazos de la vida nos esperan para volver a revivirlos de uno en uno. Y dejarnos ir. La firmeza con la que intento afrontar cada nuevo lapsus se toma sus propios rehenes. Mi conciencia desaparece. Es lo primero que cae. Destrozado y sin ninguna explicación debo de enfrentar el nuevo amanecer, y algo que parece que se agria. Nada por lo que luchar si nos descartamos el uno al otro.

Se que lo que quieres no tiene ningún tipo de solución. Así que vamos a vagar por este desierto lo más solos posibles. La medicina que necesito no la voy a encontrar a estas alturas. Los lugares más extraños no pueden ofrecerme su redención. Tan solo las pesadillas acompañan mi camino. Y la sed se multiplica. No hay nada que calme mi cuerpo. Mi alma se encuentra encarrilada hacia ningún lugar. Hacia ese tipo de destino donde todo se rompe nada más nombrarlo. Me quedo sin saber por donde me vienen los golpes, y los recibí uno a uno en la cara. Caí. Hasta que mi cuerpo no pudo más. Puede que todo se rompiera. Y no supe reaccionar.

Tu nombre se repetía por todos los callejones y no pude evitar seguirlo como a una presa y volverme a llevar la decepción de no encontrar nada detrás de la leyenda. Excepto los últimos dolores. El penúltimo estertor ante de vomitar mi propia esperanza. Algo debería de pasar, nada por casualidad. Me note con los dedos rotos, y no pude tocar el final. Algo que se clava en la garganta. Y no nos deja esperar. Los fantasmas del recuerdo nos acechan, yo me quedo solo sin nada en que confiar. Todo se ha roto ya.

Ahogado

Atrapado en mi propio sueño. Incapaz de salir, dando vueltas en circulo. Podría ser un experto en estrellarme contra el cristal mientras escucho voces que me aterrorizan y no me dejan conciliar la paz. El ansia se apodera de mi, pudiera ser que nunca me llegara a acostumbrar a tu falta, y a estas humedades que recorren todo mi cuerpo. Ahogándome. Damos un paso más y lo único que conseguimos es ahogarnos un poquito en lo hondo de nuestra conciencia.

Lo peor que vive en mi se enrosca en mi persona y parece que lleva camino de mi cuello ahogándome a ras de mi cabeza atravesándome los oídos hasta dejarme a cero, y palpito cayendo al suelo. Nada se puede repetir. Me esta comiendo las ganas de vivir sin que yo lo sepa, y permanezco en el suelo con los ojos virados, como de cristal roto que no se puede volver a armar. La vergüenza no me entiende ni yo quiero formar parte de ella e intento salir corriendo a pesar de no poderme poner en pie. Arrastrándome con una sonrisa pícara y destrozada. Algo se estropea como las flores con el tiempo. Mustio en su ser.

No se puede explicar y hay a quien le divierte. Me planteo un golpe perfecto que se convierte en una maniobra suicida. Todo puede cambiar de color en el último momento. Nunca a sido a mejor. Lo que da vueltas nos engulle y tenemos que girar a un ritmo vertiginoso que nos confunde de dirección y de opinión. Jamas sabre a que vinimos, hasta que te vuelvo a recordar. Me imagino que vendrá a devorarnos en la oscuridad. Desmembrados, permitiendo que la sangre marque el camino a seguir. En el umbral las hachas con sed, y las huellas que seguimos hasta que terminamos de la peor manera.

Hay quien nos compara, pero a estas alturas las diferencias son pocas. Un agujero en el centro del pecho. El centro matemático. Justo donde duele. Para que aburrirnos. Vacíos. Debimos de admitir que no podíamos más. Que todo se rompía en el suelo y nos engullía, y no teníamos fuerzas para resistirnos. Las dagas vuelan y las palabras malsonantes non persiguen hasta cogernos por la espalda, y destrozándola, dejando ver las heridas. Que no paran de sangrar. Algo sucumbió dentro nuestro. Hasta que pude ver con claridad, de nuevo tu cara. La razón verdadera de no dejarnos arrastrar . Empezar de menos cero. Otra vuelta de tuerca.