Leo
Tumbado mirando los pájaros, sin cajas nada que ronde por la habitación, ni siquiera en las habitaciones contiguas, que seguramente estén tan vacías como esta, tan desorganizada como la mia, que a pesar de carecer de sentido, son capaces de tener esa sensación tenue, minimizanda por la falta incluso de orden. Un flexo contiguo, una baratija que consume más que un frigorífico de los modernos. Es imposible no mirar de vez en cuando por la ventana y preguntarse si de verdad se conocen las personas que se saludan con tanto cariño. Las personas mayores quisieran hacerlo con mayor efusividad y apenas se sostienen, y cuando se alejan parecen que hallan olvidado de quienes eran, adonde iban, como si hubieran cambiado de vida. Uno por el otro y no pudieran volver a los mismos sitios nunca más.
Las estatuas de sal no perduran no perduran cerca de la mar.
Aún conservo los letreros luminosos de Entrada y Salida de mi cuarto, antes según mi casero ( resulta ser una buena señora, tan mayor como el edificio como el edificio, y que nunca veo por la ventana ) , era un trastero , algo que se me ha debido de pegar, pues nada de lo que coloco encuentra su sitio adecuado, piden urgentemente un cambio. Saben que en anteriores vidas estuvieron buscando algo. Como si una batidora tuviera alma ( antes alguna de sus piezas perteneciera aun televisor y estuviera a las personas que de noche dormían de el perdían el alma )
La última vez que rellene mi piso de muebles termine haciendo una barbacoa al fin de semana siguiente. La madera barata y mal barnizada, ni huele ni arde bien ( lo hace a contratiempo ), además tuvimos más asistentes de los deseados, a los que tuvimos que pedir disculpas y ofrecer sangría que entumeciera huesos y párpados.
La gente a la que yo miraba, me miraba a mi , no se que descubrirían.
Sobre mis amigos nunca hablo, suben las escaleras en grupo, como si temieran a los vecinos
a los que apenas quedan pelos, los recogen en bolsas de basura que dejan en los rellanos.
Mantengo la luz encendida durante días, pese a salir a la calle, y compro comida que apenas pruebo, y colonia, una por cada tachon en el calendario, acumulo miles de perfumes masculinos y femeninos.
En la última visita alguien se dejo su libro electrónico, intento encenderlo, más por entretenimiento que por mirón. Solo contenía un libro, en todas las paginas contenía la palabra «No» , en varias fuentes de letra e idiomas , 426 paginas, excepto la última que decía «Si». Ahora entiendo algo y salgo despacio sin dar portazos, indulgente. Si no me equivoco he quedado.
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