Irritantes

 

Picazón, y el cuerpo dormido, una sensación entre divertida y extraña, entre divertida y extraña, entre divertida y desasosegada….Si me he repetido, y lo volveré a hacer aunque no tengo tan claro que sea culpa mía como del cortejo mediaval festivalero  que me recorre ambos lados de la cabeza. Ando chocando con las paredes, no por loco o por tétrico en si, es un experimento entre mi cuerpo,mis neuronas y el pulcro color de las paredes de esta bonita estancia. El vello de mis piernas y brazos parecen mejor defensa que cualquier pensamiento de autoindulgencia de magnitud tibetana, y la misma complicidad, que a punto de acabarse no me dejaria borrarla de un soplido. A un mismo tiempo no dejar que se acerque nadie, y notar en cada particula del cuerpo algo juguetón que se llena por arte mágico, alborotando cada una de las piezas que lo componen.

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De mi ignorancia solo queda un lapicero, que escribe y se explica letra a letra y casí  mas importante coma a coma, cada minúsculo detalle, cada tuerca que engancha en un tornillo, pudiendo ser de un lugar cualquiera , invariablemente de un sitio diferente, cojen  querencia.  Ruedas que no calzan y salen despedidas del suelo, son meros adornos, y las que llevan el peso ni siquiera ruedan, chirrian y deslizan dejando oir ese ruido tan característico de las maestras cuando frotan las tizas contra la pared, y los niños con desden son capaces de esconderse debajo de la mesa.

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Una noche conocí a una noche a una señorita que en un bar night-club de mirada estrábica y manos aterciopeladas que solo sutilizaba para utilizar su teléfono Apple (las X  y los 6 no eran insuficientes para ella y tenía tantos sonidos, variantes de aullidos,soniquetes y silbidos que medio bar aterrado fue incapaz de negarse a invitarnos a varias rondas de copas «Orange Blosson» que el barman hacia sonar la campanilla simplemente no por ver como se hundía el  barco, en aquella especie de Titanic en que se habia convertido aquello, pues a la tercera ronda la gente bebía los chupitos en los huecos de los hielos industriales . El mismo temblor es el que me sacude ahora contra el suelo. Intento tocar cualquier objeto, mantener contacto con las figuras que me parecen seres humanos o algo similar y me empece a concebir como un baby reborn. Incapaz de diferenciar cualquier caricia de cualquier postura de la disciplina inglesa.

He intentado subir a la cama pero los barrotes me lo impiden, busco las palancas, poleas o como demonios se llamen los mecanismos que logren , dejarme caer sobre el colchón. Voraces cuerpos inertes, mentes que divagan entre recuerdos, sueños e irrealidades, me dejan atrapados. Es la primera vez en mi existencia que me gustaría sangrar, dejar claro el cuerpo del delito. Tan solo tengo un par de uñas machacadas y en su interior un morado grisáceo, que parece querer acaparar para si todo el plasma.  Recuerdo las películas de Boris Karloff y aquellas que las imitaban, ni siquiera uno de esos fantoches, hubiera hecho el mínimo esfuerzo por alimentarse de este pequeño bocado.08.jpg

En lea cama mancho, no más que una niña de 14 años. En días como estos me gustaría tener aire acondicionado , y encenderlo para conservar las heridas bajo vigilancia. No las siento.

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Suena el teléfono incesantemente y bajo la puerta se ve algo. Debe ser que sin querer he presionado el botón rojo que tengo bajo el pecho, si entran no es cosa mía, si llueve fuera tampoco. Aún tengo ganas de ver regar las plantas durante todos estos años, que me regalaste, me planteo comprarlas su propia petaca, mientras bajo a los chinos, tal vez a mi también me venga bien una regadera.

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