Salicia

 

Salicia sale por las mañanas, cambia el jabón todos los días. El viaje la divierte,va por uno nuevo, sin especial olor pero limpio, y recién envuelto. La tienda donde los hace tampoco es demasiado grande, pero se nota que ponen atención en lo que hacen. Sus aromas son naturales. Yo procuro acompañarla.  Podríamos pasar allí toda la tarde en espera del próximo día. Se nos pasan las horas , tan temprano que casi es la anterior tarde.

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Salicia es. Es ella misma quien sabe baja al puerto, donde pescados a medio buscan bocanadas de aire, y cuando no las encuentran , se quedan mirando al cielo confundiéndolo con el mar, si hay estrellas, a mi también me vale.

 

Las nubes se confunden, el aire que las tambalean las sirve a sus ojos que se niega a verlas en su forma,  y las comprende en forma de películas antiguas , y son los detalles tan claros, tan blancos  y sinceros como escurridizos sus recuerdos. Aún moribundos a Salicia le gusta pisarlos, notar como se escurren luchando contra una vida pasada

Compra pescado fresco en la lonja, pan de apenas media hora, recién hecho, y fruta recogida a menos kilómetros  de lo que tenía el colegio de pequeña. Allí aprendió de sus vitaminas, aquí de sus sabores, sus zumos y como disfrutar al comerlos.

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Ella me enseña a hacer cócteles con esas frutas, con las más exóticas, algunos con alcohol y otros a los que llama vírgenes sin el, por el mero placer de tener la fruta entre los dedos.

Tengo ganas de volver a casa, repite mil veces cuando esta a solas, tengo ganas de no rendirme nunca, de saber que diferencia entre el día y la noche , de conocerla y olvidar la para siempre.

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Para hacer «sus cosas» como dice Salicia se coloca en un rincón de la plaza, de otros monumentos  que cree importantes del pueblo, del cielo que volará para siempre en Septiembre. Cuando puede si encuentra una Guardería se mira a si misma sin más luz que la  que tiene , la que quiere tener , la que acumula después de tantas miradas al cabo del día, deslumbrante.  Sabe que puede irse y volver cuando quiera, y a pesar de marcharse todos los días volverá. Aunque quiera marcharse  en cada ducha, en cada baño como ocurrió en otra ciudad  más grande , más bonita (decían ) , era como sumergirse en Salindra, en todos sus veranos , en todos sus  fríos inviernos, en todos los rincones que no tienen salida, saltando los muros susurrando su nombre.

En las cafeterías, en los autobuses, en ciertos lugares cerrados, hasta que regreses Salicia, se pronuncia tu nombre SALICIA.

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