Moteles vacíos
Moteles vacíos, lavandas fuera de temporada, todo muy folletinesco. Uno viaja en coche y todos se han cansado de hacerle compañía. Viajar solo tiene algo de aventurero, salvaje y hasta sexy. Ahora que viajar con el coche repleto y todos se queden aletargados, es muy diferente. La radio te dispara como si lo supiera y te emborracha sin compasión, y los CD´´s y puertos de USB en vez de guiños te hacen burla. La aventura paso al desastre, cómodamente casi familiar embutido en sopor. Y vuelven los cantantes.
La música por muy simpática que nos pareciera en un momento, nos mira directamente a los ojos, nos penetra en los oídos y en la boca se paladea y la par que susurramos a voz en grito. Cantamos una canción, sabemos que nos engañamos, se nos atascan las energías. Es simple. Nada de lo que soñamos y los sueños no existen.
La mayoría de nuestros pequeños experimentos , copilotos en si, se despiertan, en si, para parar en algún inhóspito sitio, donde alguien se dirige a dar de comer al hambriento bajo pago y techo bajo Visa. Ahora seremos nosotros el experimento de hábiles cocineras, y de monos alados que nos hacen la cama. Seguramente en los graciosos sombreros que llevan nos servirán la cena.
Si tienes suerte y no es media pensión, » y para lo que queda del día apañensen con la máquina de coca-colas y bocadillos de pan que son de lo más sabrosos». De vez en cuando llevaba algo de comida incaducable en el coche, latas a prueba de bomba que no lo eran y se abombaban, patatas fritas y chetos que terminaban por cambiar el color entre si. Por amor propio e investigación incluso por el bien de mis hermanos terrícolas llegue a meter en el maletero una bolsa de palomitas, si han adivinado ustedes, salieron recién hechas un día cualquiera , con extra de mantequilla y sal. No me quedo otra que sacar el móvil y poner una serie en Nextflix como hicieron mis antepasados con el cine de verano.
Vuelvo a mis pensamientos casi infrahumanos, las personas que ocupan los asientos de mi vehículo no adornan mi vida, más bien la están observando, así que no queda más remedio, que parar, eso si donde quiera mi propio coche. Su depósito y su voluntad deciden ahora mismo. Por parar en cualquier sitio no pasara nada, excepto que la gasolina no aguanta y nos detenemos enfrente de un hotelito para parejas y nosotros somos una familia consagrada.
Se me produce un nudo en el estómago al explicarle al Norman Bates de este Hotel lo que necesitamos
-Perdóneme caballero, dos habitaciones por favor, una para mi esposa, y otra para los niños.
-Señor ( toses impropias para el momento, algo bastardas ) esto no el sitio.
-Mejor una para mi esposa y el pequeño y otra para mi el mayor ( futuro delincuente de guante blanco ).
-Caballero, lo sé, pero este lugar es delicado.
-Despúes de entrar por los garajes exclusivos y subir por el ascensor transparente con imitacion de metales y piedras preciosas me hago cargo.
-Insisto creo que estaría más cómodo en otro tipo de hotel o se encontraría en un clima más idóneo a no más de 2 kilómetros en un hostal «perfecto» , permitame que le indique, y me ponga en contacto con ellos.
-Señor mio se lo agradezco pero soy yo quien insisto deme las habitaciones ( golpe en la mesa , chulo que es uno ) ahora mismo para mi familia…y agame el favor de llamar al hostal que voy de camino.
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