Tratamiento
A penas consulto a nadie, sin mirar ya se la forma que tienes, te acurrucas cerca, no he parado de cantarte canciones desde que apenas era un adolescente, imberbe, afeitándome delante de ella, tres veces al día para que me saliera la barba de un pirata. No de un pirata cualquiera, de un pirata cualquiera, un pirata de película, o de un músico de Jazz de una historia de Jose Luis Alvite.
Haciéndome hueco en el Savoy entre humos, aires de grandeza y pedigree caducados y lastimeros . Antivirus de jeringa medio llena, adonde vais doncella.
-Al sitio donde no lleven tanga los fumadores de puros, lindeza.
– Tus besos y los míos generarían gritos estupendos, pero no me hables de vástagos , no me quedan tantas monedas.
-Ni tu, ni yo, antes de morir , empeño tu herencia.
-Por matarme, morir, por morir no llego más tarde. Vayamos al doblar la esquina, donde dejan las botellas encima de la mesa.
-Te dejo o te acompaño, pero las ultimas frases las digo yo, y el dinero como las botellas encima de la mesa, después hablamos.
-Yo no discuto.
-Mi llave es esta.
No se si me la dio, pero no he vuelto a abrir la boca.
Me empece a cuestionar lo que pensarían mis propios familiares, mis hijos al saber de este tipo de relaciones, y de las que no estaba muy orgulloso, pero que cada día frecuentaba con más asiduedad. Cuando no podía costearmelas, o me veía incapaz de acudir a ellas, me quedaba aturdido, sin muchas fuerzas y sin ganas.Encerrado en el cafetín de costumbre, cerca de la puerta, para ver mejor a las personas que entraban y salían, entre consumición y consumición sin vergüenza alguna. Expirando el vaho de mi boca contra el cristal, y dibujando un corazón o un barco, en el que se suponía que viajaban mis esperanzas
Se suponía que en mi cabeza vivan sus formas, bien delineadas, , el contorno tanto vestida como desnuda, cada detalle en mi despertaba algo, una sensación que me sumergía y, debía de restregarme con las manos en la cara para despertar de todo aquello. Me respiraba la muerte obcecada, desde ante de conocerte, de conocerlas, mi ambición fue aumentando, al principio «tu» , luego «ellas», «nosotras», cuando veniais de dos en dos, de cuando en cuando tres , a pesar de parecerme exagerado, llego a darse el caso. No me atrevo a arrepentirme, pues era mayor el dolor del teléfono descolgado, sin una sola voz, algo que rezumara delirio, besos descalzos por mi traquea, estomago. Nunca fueron santo de mi devoción, ahora las pastillas que trago, son mi única religión.
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