Columpios

Enajenados las primeras veces, bajo algo que no es tu nombre, se lo pusimos varias y eramos incapaces de recordar cual era. Te acompaño cerca. Un perro vagabundo, al que pones «perro», o «y tu como te llamas», para que dejen de preguntar los pesados. Pañuelos de papel con los que hacer sombras tenebrosas, con bastante buen resultado , eclipses en los ojos. No es tinta es sangre de mi nariz, o menstrual ,de cualquiera de mis amigas. Seca. En la almohada, arrepentida. Otra cumulo de horas y repito. 

Reunirse es de lo más divertido. No hay pueblo sin su borracho indeleble, o un tonto sumiso. Un abusón, y también un marica sin vocación , su señor profesor con pudientes prodidos, y un abogado que no hay persona que lo chiste con las leyes y sus trampas.

Esto no es un sitio donde estar, es una bajada al subsuelo, entre el infierno finito y una extravagancia del día a día de un Nosferatu sin apellidos con los que rellenar solicitudes a ningún otro lugar o instante y encerrado en su lacrimal pasa más miedo que nosotros. Bares góticos ocupados por personas perdidas que no tienen otro lugar a donde ir, y piden cambio para usar la cabina. Su timba personal para conseguir que alguien les venga a recoger. Instantáneas  dobles esparcidas por la pared, algunas  vueltas intentando adivinar la privacidad de las habitaciones contiguas. Urinarios sin uso. Esquinas que no aguantan el calor. Desechos humanos. Cuerpos mezclados con todo tipo de animales. No quedan héroes después de una noche, en las catarsis de este lugar, cerrado a cal y canto. Sin embargo las ventanas tapadas con celofán de colores, ceden a la primera, se despresuriza la habitación para caer en barrena. Haciendo eses.

No quiero tus labios posados sobre mi carne, buscas un motivo por el que suceda. Dejas marcas, en el momento preciso y si tienen que pasar cien días, dos horas, o el tiempo adecuado para que mis uñas crezcan y sientas más daño que placer. Esto lo decidirían los honorarios que desees pagar, a pesar de que no este aún en venta. La calle nos miente, me dijo al oído que todo andaría al revés, que faltarían suelas para andar derecho, se pagarían de una en una los cueros de tus pies y, cada día seria más placentera la idea de huir, sentarse en un prado húmedo.

Giro la cabeza y puedo leer en una camiseta «Zona Zero», todo desbastado, hemos pagado de sobra la estancia en esta mesa yo-yo, de donde salen y entran, todos los descarrilados, vagones estropeados, que descarrilan cada tres días matemáticamente. Frío y nieve en el Pony Express por medio de todo el oeste, creí ver indios y vaqueros y lo único que asoma es tu cabeza atrancada en la ventana. Balones de fútbol golpeándome los cristales, tu mano que sangra. No tiene sentido. Era la peor idea, ver y sorprenderse por la verdad, plumas con tinta roja de flechas, más de un muerto. Las ideas son malas consejeras. La imbecilidad nos puede hacer más felices, a mi el primero, en cuanto me pinche por primera vez con un plumín, discurrir te puede envenenar.

En voz baja, en alguna esquina, hay gente que hoy en día se pregunta,  como, llegue aquí, se es por invitación previa, o tuve que ganármelo a pulso, a plaza fija. No existe una verdad completa, muchos fueron demasiado curiosos, y fueron abriendo puertas a pasillos que no les convenían, rasgando cuadros de personajes que ostentan poder en los lugares adecuado, mientras otros donde se alojan parece ser que usaran el platillo, y sus recursos parecieran ser las monedas. A otros sin embargo su sino les trajo de cabeza. Otros lo fundaron. Los menos caen de espaldas confundidos, pues nos odiaron  y  eso no es bueno, odiar es de bestias y con ellas os trajeron. Bienvenidos al  Atolladero, seres disecados. Ahora viviréis conmigo, compartireis mi pan. Chiles picantes, Whiskey and pedos. Tu olor nuevo.