Frío en el centro de los helados

Gélido en tus manos, diversas preguntas pasa lo mismo, acentos tradicionales, vocales del gusto parafernalio, que pretenden lo mismo que una buena jarana a las tres de madrugada o unos gritos panfleticos políticos a la puerta del congreso, incendiar. Analizo mis ideas, y se descuelgan algunos versos, seguramente lo que vemos, convenga ahora, así que me lo recito hacia dentro, quizás sea la única opción que valga la pena. Leo, el cosmos detrás , día tras hora, enfocadas por una cámara, escribo tonterías  sobre un televisor rojo lleno de polvo. Leo no queda  más remedio, es lo que me  salva, de rendirme, un pasito más que no se ni siquiera a donde me lleva. Un paso  incómodo. Cuando te pienso de repente una ráfaga, riendome descontroladamente, un principio. Las ideas frías.

Una carrera de la que no se aprende, el que no mira un palmo por encima del suelo muere, se deshace como el hielo, glacial ,gélido en la garganta, menudeándose, engañándose, al esperar un momento, intuyendose. Desaparezco y no sufro, dejando mal sabor de boca, muriéndose, sin un solo beso, mi primer grito de esperpento.

Conversaciones cerradas, se tus respuestas, tu las mías. Desconozco las preguntas y me incomodas. Un solo escalón escondiendo lo simiesco. Miro hacia otras veces, solo veo lo oscuro, tras un rato, un proceso de tiempo al que me acostumbro, una cerilla con poca luz me desvela el rostro de unos antecesores, podridos, corrompidos, entreverados con caras desconocidas, y sonrío. Todo putrefacto, no puede conmigo, esta deshecho, es  antiguo material defectuoso, material para boticarios coleccionistas. Son mis padres a última hora derruidos…

No se si este les hubiese gustado ni a los cerdos. Si sigo siendo tan valiente, solo estoy hecho un ovillo, por mera casualidad, llorando, sin articular palabra. Fuera de cobertura desconsolado, son los niños inermes, ante cualquier eventualidad del destino, yo un payaso que acaba de descubrir el suyo. Clavos en la mano, la música que oigo. Un pájaro que picotea fruta,  en un oído, en el otro mis manos, en el otro mis brazos remachado a un enorme madero.

Los poetas de la realidad derraman agua de plata, en los mundos iluminados, tenues de ámbar, en tu risa, cuando de ella saben. Los poetas de la realidad lloran y sufren al saber que los periódicos son los únicos que editan sus verdades. Día a hora agonizan sus experpénticos sentimientos animales, desarrollados como un feto, necesitan saciarse. Soy persona repito delante de una luz. Igual que cada uno de los titulares. Los poetas  de la realidad coleccionan muertos, mutilaciones, canciones de amor incompletas, desapariciones. Nadie les pregunta. Son capaces de cruzar de esquina a esquina con cada uno de los versos, que arrancaron una lágrima. La sonrisa perfecta en el momento adecuado, en el mismo sitio, mañana aun no ha anochecido. Escriben, cogen de nuevo el bolígrafo, con tinta china las mismas caras , se juegan al black jack   y a las tabas el dinero del desayuno, alguno por esto cena agua y almuerza pan bendito, si no fuera por esto, al arte no habría otra forma de convencerlo.

Andamos cuesta arriba como ayer, rodamos cuesta abajo. Agarro tu sonrisa, por ti me intento. Un cuento solo sigue y, dice notas musicales, no permite nunca hasta que te saque el lacrimal a relucir  te cante ante los amaneceres, apague el neón y, las farmacias de guardia. Delante del flash confieso. los poetas de la verdad con un bolígrafo por arma tienen bastante, victima de besos, no pienso parar hasta encontrarte.

Me rasuró tu nombre

a la altura de las rodillas,

no quedan calles, que conozca

se pierdan o se piensen

de madrugada,

con bolsillos rotos,

ni cascanueces

ni membranas de tela

con las uñas rasgadas

donde tu cara

disnea de vergüenza.