Una última oportunidad permitida Me preguntas y no se muy bien que debo contestar, en algunos momentos, no tengo tregua para esperar lo que quiero. La muerte te toca tan de cerca, que e…
Mes: octubre 2016
Una última oportunidad permitida
Me preguntas y no se muy bien que debo contestar, en algunos momentos, no tengo tregua para esperar lo que quiero. La muerte te toca tan de cerca, que es imposible no pronunciar un frase sin tocar algún tema que abra asuntos que tengas en este momento a flor de piel. Rosas que no permiten que te hable de colores de flores que según que inventario, me piden que te trate de cierta forma, y esa manera, casi me ruega que salga mejor de donde estoy. Verte y no hablarte me remata a mi, y te sigue dejando de una forma atroz, sumergida en el recuerdo. Los sabores del tanatorio se mezclan con las jaculatorias que tampoco tienen mucho sentido. ¿ Para que terminar de hablar con toda esa gente ?, con la que al fin y al cabo ni se molestan en decirme lo que quería oír. ¿Alguien se dará cuenta de que necesito algo más ,que y de amor y cariño ?.
En esos momentos es cuando una empieza a necesitar la verdad, duela o no. Para salir de ese tipo de aturrullamento. Me atropellara o no. Necesitaba que alguien me contestara, pasando la prueba del algodón. Las noches en este tiempo, en las que la mayoría de la gente me diría que tengo el cutis de «Liz Taylor» solo por no verme llorar, para que el Rimmel siguiese en su sito, y esto la mayoría de las veces lo único que consigue, es que la caída sea tan dura que nadie sobreviva. Como un Boeing 747 contra el agua, quien no muere por el impacto, muere ahogado.
Comida china y japonesa ponía en el cartel, como si nunca hubiese pasado nada. Como si en la segunda guerra mundial no intentaran masacrar al pueblo chino los japoneses. Con un poquito de suerte te fusilaban, murmuraban los eviscerados, a aquellos que confundían los platos de uno u otro sitio. Así se quedaban los cuerpos cuando alguien empezaba a mentir de forma sistemática. Desgastados los cuerpos y la mente, el no encontrar nada que nos guíe era lo normal. Me se, soy una china en mitad de la política de «los tres todos». Quemar todo, que los sueños no sobrevivan, ante esto parecen que se desvanecen, entre una cortina de humo espesa, a la que lo único que se visualiza más allá, son los sueños del resto, que arden por una parte como si de una fotografía se tratase, y pronto va a ser consumida. «Saquearlo todo», no iba mucho más cerca, nada queda al fin y al cabo. Grano tras grano de un montoncito de lo que fuera. Gota a gota, llenando un cántaro que a pesar de ser agua, también ardería, por el rencor, por las mentiras ahogadas en si mismas. «Matarlo todo», como si de un viejo mantra se tratara, una y otra vez la misma frase «matarlo todo» , hasta que uno mismo se lo crea, es lo único que puede conseguir por si mismo, su propia voz le va comiendo la cabeza y se convence, hasta demostrarse que es su primer cadáver.
Muertos y divinos, pero cadáveres. Solo nos creemos por que después de muertos mentirnos sería indecoroso, y lo que nos queda, la condición de difunto, tal vez por eso vinimos. El más cobarde primero. Me has preguntado y me he respondido, no me cuento los dedos, ni las monedas de los bolsillos, lo que hay, es lo que tengo sea o no honorable, merezca o no la pena. Andar kilómetros, paso tras paso para encontrar la misma muerte que vengo recriminando. Puede estar en el recuerdo, y a la par borrado, una nube del pasado rociada con gasolina, a la que se le acerca una cerilla. Si quieres saber algo enciende velas oscuras, negras, y ponte enfrente del espejo, para hablarle a la flaca, la huesuda y te responderá… incluso que 2×2 sean 5, y querrá que juegues con ella. Te advierto. Quédate conmigo, Más allá, nunca te saldrán los números…
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Gafas de colores
Hay días en los que no tengo la menor idea de lo que me espera delante de la cara, a dos centímetros escasos de mi rostro, mis sueños, o las mismas ideas, que se quedaron secas después de una semana. Los hornos quemando mis mismos sueños, que después barrerían las cenizas esclavas de sus propias palabras. Nada que recuerde de buena gana. Lo que dije y lo que recuerdas haber dicho, mientras rebatias cada idea que se pareciera a una conclusión errónea. Daba igual, nada encajada por la mañana. La misma bebida caliente en su taza, la misma mala día. El mismo holograma roto, Un sueño pasado por la turmix, de las malas vacaciones. Tan pasadas de moda que no te atreves a reconocer que vivían en tu radio, a media mañana, cuando nadie recordaba, que vivias encerrada. Y ni siquiera eras capaz de reconocer que tu cárcel era la que olía a oro y mierda.
Comida la cabeza. Peligro estático que eriza el cabello, te recorre la espalda entera, a donde no terminara en tus dedos, si saltan chispas.No quieres ni saberlo. El alojamiento de nuestros pensamientos podría terminar en los párpados o en los dedos, las ganas de saber a veces nos supera e indagamos por debajo de nuestras fuerzas o de la mesa, mientras alrededor se escucha algo parecido a un rumor. Con un poquito de suerte azucarado, que se derrama en la última gota.
Los golpes se pagan aparte, en el borde de la barra, pero empezaba a ser tarde, así que todos los hielos aparecieron derretidos en el lavabo, encerrados en pañuelos para que se sirvieran a gusto ( ahora eran toallitas húmedas). Las cartas de los restaurantes empezaron a incluir , fuera de menú, los posos de café, sobre los que alguien había derramado la cera de las velas de nadie. Intento comprender para que las utilizarían para los últimos sortilegios de invierno. Allí miraban con los ojos coagulados , a un cuadro a medio terminar, de colores fríos, que pareciera que tarde o temprano preguntaría por algo. Como si mirar no fuese obligado, pero si decir algo después de quedarse delante de el.
Flores con calma. Algas que se negaban a volver al sitio de donde habían salido. Si alguien gustaba de guardarlo. La falta de lustre, apasionaba mostrarla, cerciorando al resto que no solo eran oscuras, si no que podían acompañarle a cualquier lado, comprobando que cada día se mira con un filtro diferente. Nadie necesita de algo oscuro, hasta que la vida se ceba con ella, y se aparece en las manos el gusto de danzar con ella. El acompañante inaudito se vuelve necesario. Nunca o esta tarde es tuya. El tiempo cambia de forma. Y puedo verte, aunque nunca estuvieras hasta ahora. Perdí el rumbo una vez y, no quiero ver un timón nunca más, así choque con hielo, tablas, marinos moribundos, animales ahogados, o oriundos del mar, que prefieren guardarse sus secretos para si mismos, con agua en los pulmones. Si a pesar de carecer de carne, quieren unirse a la flota, abriremos fronteras para ellos. En las últimas noches se vive. En tus sueños nos quedaremos. Hasta que no leas y se te cierren los párpados,de miedo , y te aterren tus propias ideas.
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Durante este día vas mal
La primera frase que pronuncio durante la mañana, me dejo algo trastornado. Se quedo mirando a través de los objetos para ellas cotidianos. A mi me costo algo más adivinar, lo que pudieran significar a sus ojos, en sus labios. No me atrevo a despertar los diferentes puntos de vista para una misma palabra. Algo diferente dependiendo de las marcas del reloj, y la perspectiva del día. Números marcados, y zonas erróneas, equivocadas totalmente, que hacen algoritmos con los que construir figuras imposibles. Intento halagarte, en cualquier cosa menos mi presencia parece que te estorbe en cuanto abro la boca.
Un barbero imperfecto que corta sin mucho sentido un día normal, en horas imprecisas, de detalles , miradas de segundos o esperas imperdurables. Intentando convencer a su cliente que su creación es lo que compensa. Una vuelta a la inutilidad de mis palabras quejándose contra algo, que si existe se niega a admitir que complete las 24 horas de consistencia, se prefiere tener en cuenta como un parpadeo que se apaga en cuanto abro la boca.
Quisiera estar en tus besos el resto del tiempo, y tomarme el espacio como la cantidad de masa que nos separa, esa parte incomoda del planeta, o de ser ajeno que no me termina de gustar demasiado. Comparto este trozo con tanta gente que no llego a tocarte todo el rato. Demasiada gente que no son tú. Parece que parte de esta noche no te gustara, y estuvieras en contra de como se tornaran los acontecimientos, tu vista me estorba, se oye. Algo no te gusta, y tus como un poema Pastún, corta aire que ni siquiera sabia que existía, pequeñas moléculas que contienen tu nombre. Si no te gustan mis actos, me recriminas, y miras de forma obsesiva los objetos, otra vez, de esa manera que no acierto a averiguar que significa. En ocasiones giro sobre mi mismo y doy un paso atrás, hasta ser sincero conmigo mismo, y me tengo que no se que es lo que realmente significan las frases inexactas que pronuncias con la cara a medias, hasta cobarde y hasta divertida.
La puerta del café se abre y cada uno tiene sus propios colores y excusas, quiere decir al resto a que hora salio de casa para adelantar un paso a la historia que esta escribiendo. Algo se estorba a si mismo, como un banco del parque recién pintado, en el que la gente se tiene que quedar sentada alrededor del suelo, tirados. Más larga que corta la explicación, da igual, verjas cerradas, a las que fuera de hora, y tirando de ellas, me permiten penetrar en el único sitio que emite algo de calor a primera hora. A veces incluso e intentado averiguar que decían las palabras en un diccionario de sinónimos palabra por palabras, y averigüe que cada paso que doy te quiero más cerca, a pesar de equivocarme, de no entender todo a la primera.
No lo confieso ni aunque me aprieten las tuercas y me dañen las sombras por los laterales y sin embargo te lo cualquier día te lo cuento tranquilamente con un café y dos besos de por medio, o simplemente con una manzana en la mano, intentando resolver un entuerto, que no va mas allá de no quererte ver lejos. Mientras miras de espaldas y aun así te veo.
Solo te explicas cuanto no te quedas remotamente lejos, y todo esto yo tampoco lo entiendo.
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De vuelta en el mes menos correspondido
Me empiezan a asustar las coincidencias, tiemblo solo de pensar que ocurre los días que te quedabas en frente mía, mientras dormía con la máquina CPAC medio agotado en mitad de la noche. Han volado los retratos de los familiares cadavéricos que teníamos en mitad de la casa, por su puesto a tu antojo. No queda ninguna prueba de tus familiares difuntos vivieran con nosotros, pero había días que me daban ganas de ponerles hasta cubiertos en la mesa, por tu forma de referirte a ellos durante el resto del día. La madera de nuestra casa por las noches no crujía por miedo. Y aquellos a los que llamábamos amigos, con pintas del siglo XlX gastando esos cortes de pelo y barbas imposibles. Incluso alguno se atrevió a decirme algo de Indie. Para independiente yo, que tengo que llevar todas mis pertenencias en una bolsa, y cambiar de habitación como un atleta del fotoperiodismo de guerra, según el día de marras y como amaneciera al borde de unos labios que posiblemente ni conociera. Eso si era vivir al margen.
Encajonado en el mismo miércoles que se encuentran como una película maldita de género X en mitad de la semana, mientras dura la cogorza del finde, y puedo ver las semejanzas, tu pintura y la mia , las mismas, colores que desvarían y quieren encontrarse, en cualquier esquina. Mientras se derraman como lágrimas las púas verdes, en ambas manos las mismas, en ti y en mi confían, y caen, hasta encontrar tus dedos, después de mis uñas machacadas y marchitas. Bebo capuccinos en el bar de la esquina dándome importancia, para despertarme de este sueño. Enciendo sin ningún pudor la luz, algo provoca tu sonrisa. Todo lo que premeditado hacer, lo sabias con tres semanas de adelanto. Aunque finja desconocerlo, te me escapas eres todo lo que comprendo y desconozco.
Lo único que nunca se me olvida es tu sonrisa. Se queda conmigo, cerca, sin ningún tipo de prisa. Pensaba que se quería marchar, que tendría prisa, nunca volvería a verla. Que me olvidaba como mínimo de tanta personas que se esconden en las esquina de una habitación escribiendo su perímetro de defensa y diluyendo su ataque en todo lo que pase alrededor o por encima. También me confunde tu sonrisa más allá de la nuestra esa sombra de la felicidad no duda en quedarse a mi lado el tiempo que haga falta, hasta que me contagia. Hasta que me creo un duro. Hasta que dejo de tener el alma dolida. Cuando la inadvertencia se lleva la parte en la que soy consciente que pertenecemos a la zona que rodea a la diana y no puntúa , no vale de nada, a pesar de estar llena de agujeros, clavado todo el día. Nunca lloro, nunca dejas que mi alma se quede desértica, deshabitada.
Luces aparte días impares señaladas en mitad de una madeja, de lana viva, justo antes de matar a la oveja, quería que sintiera el peligro de ser perseguida. Sabiendo de sobra que no va pronunciar sus últimas palabras, en su último instante. No tengo prisa, la muerte es tan rápida como olvidadiza. A mañana no llegan los problemas, para el resto del tiempo de algo, tan asquerosamente común que te estropea, lo cotidiano. Como para acordarse del difunto durante el resto del día. La muerte tiene un precio y no es el olvido, es escaparse de los Whassaps y el menudeo. Los muertos tienen voz, la voz de los vivos, y estos tardes o temprano estarán muertos.
Ahora conozco mejor, las notas con las que caminas
a solas,
partes de mi vida,
y con suerte, o un tal vez de la tuya.
Tiempos cortos expuestos al calor milimétrico.
Por un solo lado,
en el centro devastado.
Se de nombre,
soy tuyo al anochecer al levantarme.
II ( La cara B de mi mismo)
Borro con las manos
lo que miras
y quieres atrapar
disipo nubes, y mi extraño
que vive pendiente de ti.
Se conoce tanto
que no se despega
de tus labios
de las palabras
que dictan de cada beso cóncavo,
buscando el angulo perfecto
que me amarre a ti.
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Todos los órganos afectados
Las huellas dactilares sobre un cristal , como si fuesen a aclarar un crimen, aunque el drama parecía no ir más allá, de un trapo húmedo y un signo con el cual pretendía borrar cualquier momento que hubiese coincidido con tu persona. Contra el vidrio. Las campanas de la iglesia sonaban y le daban al instante un aire surrealista en el que el significado superaba a cualquier mente retorcida con simbologias de cualquier otro mundo o ciudad recóndita. Bien pudieran parecer ser ultra realistas, anunciando el primer acto de una historia donde se sucederían los difunto. Unos detrás de otros, sin ningún tipo de miramientos.
A decir verdad dijera lo que dijera, echaba un tufo a blanco y negro que hechaba para atrás y en verdad las campanas sonaban cada 15 minutos, y a las medias hacían un ruido tal que se solapaban con las de menos cuarto. Algunos se habían quejado al cura, al alcalde, al procurador y a una lista tan grande y copiosa. La mayoría terminaban perdiéndose en el farragoso mundo burocrático, antes de verse afectado por el papeleo, citaciones y entrevistas rimbombantes, que eran muchísimo más pesadas que las de alrededor También las escuchaban, y allí aparecían un tono más acaramelado y dulce.
La historia no tendría ningún sentido si no fuera por que uno de los monaguillos fuera sordo y empezara a aumentar la fuerza con la que se daban las campanadas poco a poco, hasta que era imposible dormir de día. Damían , se llamaba, y dueño de este pequeño detalle que no habíamos contado y a alguien podría interesar, en especial a los oriundos del pueblo.. Era imposible conciliar el sueño. Las personas caminaban cabizbajas, no se concentraban en nada.. Y el mayor halago del pueblo se volvió contra ellos. El día de la Santa, Santa Cecilia, se colgaba un cinto de la campana un pañuelo de color azul. Lo tenia que hacer un mozo pecador y arrepentido, que durante el resto del año demostraría al resto que seguiría el buen camino, el adecuado, además de aprender un instrumento ( La Santa era patrona de los músicos ). A partir de ese día el pueblo no dudaría en ayudarlo en conseguir lo que necesitara, lo que quisiera que le hubiese pedido a Santa Cecilia. A nuestro amigo monagillo, lo seguiremos llamando Damian, a pesar de que no sea su nombre, para no mancillarlo, y seguir con el cuento y nadie lo maldiga por el resto de los tiempos.
Damian había trucado las campanas y al subir el mozo arrepentido que iba a aceptar petición, cualquier petición, cualquier recado. Lo que fuera para demostrar devoción a Santa Cecilia. Empezaron a sonar las campanas, tocaron, y empezó de sus oídos a brotar sangre ( sus oraciones iban encaminadas a emblandecer el corazón de Beatríz, la hija del panadero, que tan buenas palabras para el tenía, a pesar de pecados y osadías). A la primera un hilo, que bajaba por su patilla hasta la mandíbula, después a borbotones. Rotos los tímpanos, no volvería a oír a Beatriz, ni sus propias frases. Damian quisiera ser el próximo en subir, pero ningún mozo más subió con mejor suerte.Ninguno se esconde como Damian ( desaparecido) , ninguno a vuelto a sonreír, no por mudo ni por sordo, si no por la falta de Beatriz, quizas salto, quizas desaparecio, no la hemos vuelto a reconocer.