Plano y estructuras
A primera hora miro hacia abajo, para contemplar la obra, la que tiene un número repetido tantas veces, que se me quitaron las ganas de tener un nombre específico para ella. Una sola sesión con el resto de personas, que fueron involucradas en la tarea, en el proceso, de que mantuviera en pie. Que nadie percibiera su declive. En el monmento que se empezó a construir, los materiales eran paupérimos. Incluso la tarea se empezo a construir con la única idea de desmoralizar a los pueblos bárbaros contiguos. Ver una hazaña tal, tenia que socavardos, llenarles de pavor, ante la ciudad vecina, que al lado de ellos, pasaban hambre y penas, tenían el descaro de construir una torre para el culto de sus vecinos. En verdad ni siquiera la verdad ni la mitad procesaban religión ninguna, excepto en el censo, mas valía cumplir.
Por pavor aseguraban ser fieles a los Dioses que cuidaban de la ciudad, y como no de ellos. Detras de las murallas existen fuerzas sobrenaturales, a las que ningún ciudadano, dejaba de sucumbir, todos notaban su látigo, en la espalda, en las extremidades, en su sexo ( aún seguía en pie el derecho de pernada . Ni enfermedades, ni plagas, simplemente El Emperador, que con tan solo nombrarlo temblaba el las manos de cualquier ama de casa.
Bendita la torre y su culto, bendita la religión que a todos mantenía juntos, benditas la acciones que en realidad, mantenían al pueblo alrededor de ellas. Las apuestas, el juego sucio, donde estaban , donde estaba por encima por encima del bien y el mal , las trampas, Más que ganar dinero ( que bien gustaba ), lograba hacer famoso algún que otro jugador en las mentiras y triquiñuelas que era capaz de colarle al contrario, un ranking aparte y mejor cotizado. La fruta picada que se vendía en los alrededores, y finalmente el negocio cumbre de la Torre Magnífica : la orfandad fingida, los heridos de guerras que sucedieron años hace, los infieles a los que con suerte un marido había cortado un brazo, o una esposa pícara a la que había derramado por todo el cuerpo aceite hirviendo.
Todos dirán que fueron valientes en la lucha por su pueblo o vida algún día. Ellos y otros que se suman por alguna que otra causa, con algarabía, a pedir limosna, ínfima por cierto. Son los protagonistas de esta historia por cierto. De una ciudad que no llegaba a pueblo y tenían una torre que quería ser minarete, algo solemne como el cargo que soñaba el Emperador al que no se atrevía a mentirle al pasar tributo y aún así lo hacían. Al que engañaban con las monedas, y el perdía la cuenta a la hora de dar azotes. Diezmo para un culto en el que era su propio Dios. Dibujado como un Emperador solemne, enviados por ninfas, hadas y semi-dioses para procurar el bien. El suyo por supuesto. Si le viera el pueblo sobrio, ninguno le procuraría reencarnación. Incluso las monedas tenían las narices roja y la tez amarilla. Este era un pueblo sin afán de protagonismo. Solo algo de pan, vino y circo
Un comentario en “”