El último
Se nos ha contado la historia de muchísimas maneras, ninguna de ellas será cierta, pero alguna tal vez se le parezca, a la verdad por lo menos un mínimo. Una taza hueca en la era capaz de reunir de casi de todo, y casí de todo era confeti, tinta de diferentes colores de pluma, por supuesto, y de mi tío Satunino por supuesto ( que quera ser maestro y era repartidor de correos muertos )´. El trabajo era parecido » sus pequeños borregos tenían la lección bien aprendida. Llego el último al bar, al que nos habían citado, difícil de creer que fuera una reunión clandestina, por que al fin y al cabo estaba todo impoluto, hacia horas que había cerrado, y eramos los únicos que estábamos en el local.
Se trataba de sacar dinero, lo que se pudiera para mantenerlo a flote, semi-clandestino como estaba ahora. Ni siquiera los más allegados teniamos claro de que se le acusaba. La lista de delitos era tan grande como los atenuantes y agravantes . Lo único que conseguimos con hacer con cierta facilidad y habilidad fue comernos unas patatas fritas y aperitivos que encontramos a mano. Saul , que además de quererse erigir comendador de nuestra aventura, era teniente de nuestro oido. Era incapaz de diferenciar ninguno de los sonidos, ordenes, directrices o consejos que nos dabamos , pues tenía la boca llena de las viandas y, chisporroteaba sin dejarlo oir lo más mínimo.
Lo sacariamos de la ciudad, pero como no teníamos ni la menor idea de donde sacar algo de dinero. La forma más virtuosa y refinada, que se nos ocurrió fue vender estampitas de moda falsas en las puertas de los colegios de monjas ( los de curas nos daban repelus desde bien pequeños ) . Con un pequeño marco de plata ( mentira pecaminosa donde las hubiera) y pan de oro cubriendo la cabeza de los santos ( estábamos hipotecando nuestras almas a 3, 5 y 7 años y sin leer la letra pequeña ) .
No fuer difícil la tarea y salir de la ciudad. Eramos los mejores tunantes y pardillos de la zona, algún día saldriamos en los reportajes de la 2. Alguien reclamaría nuestra pequeña historia para un libro. La alegria se vive en las cosas pequeñas. No ha vuelto a ver cumpleaños de sobrina, aniversario de esposa, la misma comunión de un amigo que no se solucionara con una pequeña sortija, una esclava, un detallito o unos pendientes, alguna cosita. Que se le va hacer señor, si una vez montadas las maquinas, conocer los ingredientes, se les puede hacer felices con tan poquita cosa. Pues ala un detallito. Y si un vecino o un familiar te mira mal, es que en verdad no te aprecia ni la mitad de lo que dice. Pues a ido a empeñar se a descubiertito la estafa.
Si ya se lo dije «antes pideme dinero».