Gotas de agua tintada
Podiamos comer una cosa distinta cada día y nunca repetir, almacenamos libros de cocina de todos los países. Cada vez que viajábamos, aunque solo fuera un par de días, nos haciamos, era nuestro pequeño divertimento personal. No solo eso, a los amigos , a cualquiera que conociéramos, y pudiera ser una fuente de nuevas recetas. Las hechabamos como las cartas por las mañanas, pese a que el tiempo corría raudo y la prisa de el trabajo nos hacía ir algo deprisa. Un juego contra el reloj. La cena determinaba como iba a ir la noche. Cada ingrediente y su procedencia, un significado nuevo. Había quien utilizaba dados para definir su noche y sus juegos, nosotros los ingredientes y sus lugares primigenios.
Cuando eramos muchos, una cena entre amigos por ejemplo e incluso familiares por cualquier tipo de evento aceptabamos el reto. » La familia» en los que iban aumentando los cocinillas de tal forma que era raro nombrar un ingrediente sin que nos fruncieran el ceño en señal de aprovación o descreimiento. A partir de ahora decidiriamos quien vendría a nuestros culinarios encuentros y cuando. Temáticos, por épocas, por ingredientes, aunque pareciera mentira se podía incluir una verdura ( ya fuera una zanahoria o una fruta como la manzana o la sandia ) en el primero, segundo y postre.
Nuestro próximo viaje lo decidiremos con unos pequeños poliedros, tirando dos veces la primera vez que nos dará la latitud, y otras dos veces el segundo que nos dara la longitud. Para este tipo de cosas, decidimos pedirles los dados, a los raros de mi trabajo, lo chungo es que yo estaba incluido en este grupo, estos eran mis amigos los chungos de los juegos de los juegos de rol. Con trapezoedros de hasta 23 caras, una gozada para locuras de las nuestras. Allí donde fuéramos se dediría si eramos cocineros o comida, no era la primera vez que nos encontrábamos con este dilema. No en todos los sitios lo gourmet era lo mismo. Durante las primeras hambrunas del gobierno de Stalin el canibalismo estaba a la orden del día, así que me veían seguro que pensarían » Mira que jugosito el jamoncete de ese señor», así también en ciertas de África y Asia. Si se comen perritos, y el pescado crudos, que más daba un señor crudo con bigote y todo, si tenia su toque de especias y sal. A mi en verdad siempre me pareció que nosotros no lo haciamos más que por quedar bien y puro sibaritismo.
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