Agua que gotea versos
En mi vaso, sumergido. Bebo como si fuera importante para mi, y es verdad lo único que cuenta es la situación por la que he llegado a este punto, daba igual lo que ingiriera, fuese agua o una disolución de ácido lisérgico. El calor en el que me sumerjo y me pide que viaje años atras en el tiempo, despacio y seguro. Lo hago, a mi manera, en el modo en el que me place a la velocidad que James Dean choco con su coche, y me oigo decir las mismas frases que decía su copiloto. El mismo que puso su vehículo a punto. En este momento me doy cuenta de que morir lentamente carece de la menor lógica, posiblemente es algo que se haga por puro miedo. Por acostumbrarse al nuevo estado. De sólido a gaseoso. Un estado contenido en un castillo , con nuestro presupuesto, seguramente un pisito de 55 metros cuadrados. Con nuestra suerte, el pasillo del sótano de un teatro, en el que aparte de representarse las pasiones más oscuras de grandes escritores y literatos, escondidos nuestros calores por agradarle a la ayudante de la primera actriz entre bastidores. Entre abrazos y besos, servimos para dar celos al verdadero Adonis de la historia , mientras permanecemos colgados en una zona olvidada del subterráneo y perdida de la mente del resto elenco.
Quisiera que alguien nos recordara a todos los atropellados en mitad de la M-30, a todos los que nos escapamos de algún hospital, y no supimos elegir bien el plan de huida, a las tías solteras preferidas de esos sobrinos , que a los 15 años se las piran, y a los 23 descubren que nos entendemos con la vecina. Sabemos que somos las predilectas, las únicas que os damos cobertura, y permanecemos a vuestro lado el día que amanecisteis en mitad de la calle, sin documentación, y tuvimos que recogeros, en comisaria, o en el hospital , con más etílicos que documentación y apellidos que rimasen con cualquier novieta.
Hacen duda pitidos de un atasco, no tengo claro si me pitan a mi, o a las ganas que tienen de que termine el infierno de llegar tarde, y luego presumir de lo temprano que se han de levantar. Único consuelo, el de demostrar quien es el que más a sufrido, para llevar pan a la mesa. El maldito madrugón. Manos inertes en mitad de un eclipse, dedos que traspasan el tiempo, hasta que uno es capaz de ver los cuerpos tirados, dicen del morbo, que es mejor pasar de largo. Lo único que se consigue es estropear el trabajo de los enfermeros , Cruz roja o Protección Civil.
Mis ojos titubean cuando empiezo a reconocer el coche los peluches que lo decoran, el color ya comido por el tiempo, el modelo ya viejo, que no llama la atención de nadie. Una jugada de naipes perdida de antemano. La sensación de ahogarse en una piscina para menores. Los muertos que nos conocen se niegan a darnos la mano. Dime lo que sea que recuerdes, lo que te apetezca. No oigo nada sumergido en un vaso, que puede llevar lo que sea. Atrapado en la botella misteriosa de tu encimera. Tu cuerpo desaparecido en la carretera. Esparcido, como un diente de león.
Un comentario en “”