El último vagón 

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Sale aire caliente por la parte superior, si tuviera que valorarlo tendría que decir que es algo que mejora sustancialmente mi vida. La transforma en algo más confortable, me gusta este cambio, en este momento mis problemas fluyen, y lo que esta mal no puede ir a peor, mientras yo duermo en el trayecto, ideal y apoyado en el cristal sin ninguna preocupación. Esperando en la última parada, la mia. Un sueño dulce, a una temperatura elevada, mientras mi cuerpo se calienta y puedo ver como el frío parte el alma a los transeúntes por la ventana.

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Quiero dormir, soñar hasta que la brisa se torma, esta vez en algo gélido, a ratos álgido. Sorbos de una vida que no me interesa. Se para en frente de la mia intentando llamar mi atención mientras ignoro su presencia, Hasta que no puedo más. Me rompe una vez. Un sonido conocido, que me es familiar, también el tiempo que se toma para hacer cualquier cosa, sus gestos. Le descubro por su forma de mirar a la nada y aún así parecer sabio. eso solo lo sabía hacer Rufino Armando Lopez, o lo que venia a ser lo mismo mi abuelo. Prefería no pelearme con el espacio-tiempo. Estaba sentado a mi lado así que me agarre a al sillón y pude notar su estructura ahora de madera y su tacto recio. La brisa fría, no existía calefacción alguna. Sinceramente hubiese preferido su visita en mi tiempo, visitarle yo, ahora todo eran incomodidades si esto se podía catalogar así.

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– Un cigarrillo no le apetecería.

-Se lo agradezco caballero pero solo fumo después de las comidas.

Era él seguro, y me recorrido un escalofrío, que me estaba dejando poco a poco fuera de lugar.

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 El vagón era pasable pero la temperatura que se colaba por las ventanas incluso cerradas, obviamente mis huesos tomaban la decisión de la titiritera.

Sus manos callosas por el trabajo,y en el bolsillo delantero de la chaqueta un pañuelo de tres puntas, según tenía entendido esto solo sucedía cuando iba a ver a mi abuela. así que pregunté -Oigá, bonita tela, la del pañuelo,  ¿española? .-Por supuesto, que es India, vengo de ver a mi Carmela, y no sea de posibles me gusta me otee con lo mejor.

En mi estomago más que un nudo, pareciera que estuvieran los Scouts de prácticas.-Si bonita tela, discúlpeme mi indumentaria, pero yo soy minero y debo andar con esta indumentaria para andar con esta indumentaria. Me extrañaba que al verme con vaqueros y la guisa que llevaba no hubiera pensado antes que era un delincuente pese a que siempre me defendía delante de mis padres a solas me llamaba «asaltacaminos» a lo poco.

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El vagón olía a café a morriña atercioperlada. A todo eso que uno pretende hacer en antaño y se queda en un mero deseo, una idea pasajera traicionada por nuestro incosciente. Por un tiempo que no perdona y nos transporta a mañana, en cuanto se sellan los ojos y no nos queda más remedio que cumplir con las apuestas ya cerradas y las obligaciones de cada mañana. Comidas pasajeras con la gente a la que queremos y sándwiches rápidos de un sitio a otro a la velocidad de las mentiras piadosas, que no hacen bien a nadie, a todos nos duele cuando nos dicen que no llegaremos donde queremos ni corriendo. Se nos pudrieron las alas, antes de intentar el vuelo. Malditos manifiestos. Autistas de nuestros propios sentimientos, que nos cuelgan como un cartel al cuello de la persona de al lado, que nos hace intérpretes del mundo real.

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Hace alrededor de cinco días y dos horas y media , que se secaron nuestros sueños, quedando un sabor a vinagreta y moho. Sin engañarnos todo  se pasa de rosca. También nuestras intenciones. Nuestros sueños. Nuestros antepasados adviertiendonos que somos pasado, el pasado de lo antiguo, de lo vivido. Ahora es otro el que tiene la oportunidad, estamos muertos antes de que tomara vida nuestra pantomima, somos la voz perdida de nuestos nietos, y nos desvanecemos. ( Final)

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Te busco , y te encuentro , siempre fuera, de la razón ,del up-tempo, de los que nos quisieron dejar lejos. No se si en las existen uno, dos , o varios finales, solo que el camino no se termina, donde marca un cartel el final de una vía, en donde los zapatos se gastan, tan solo cuando en el pecho sintamos un vértigo especial, una punzada cuando se nos crucen los gatos, cuando nos sintamos solos al caminar, en el momento que no encontremos sentido. Tarde o temprano, te vuelvo a encontrar…( La verdad).

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