Clara
Con 38 años, tu nombre me resbala, entre los labios, y los dedos entre caricias y tejidos blandos, sueños, que se escapan donde se quedan atrapados. Tus ganas, atadas entre la lengua y esfinges. Mi nombre se escapa, y te sigue mirando. Entre lo que debería hacer y lo que hago día a día, lo que no puedo no soportar no hacer. La única superioridad vestida que existe en mi es la que no deja de hacer lo que le place en cada momento, lo que a ti también te place. No parar de disfrutar por debajo del sombrero. Saltándome el sentimiento de cárcel de arena que para mi pretendían, buscando a cada instante la puerta al nicho, donde los muertos no son más que los pensamientos que me muerden al no tenerte a mi lado, confirmados en su fe. Un fundido en negro, tu cara y un fundido en negro. Te necesito a tiempo completo, cuando te tumbes sobre mi cuerpo, comprenderás por que. Ambos sobre el suelo, el mismo infierno. que se tolera juntos.
Otra hora pendiente del fuego, calentándonos con lo que tenemos, ni mucho ni poco, lo que tenemos. Cada uno lo que posee, nosotros personalmente menos que algunos de nuestros vecinos, con los cristales clavados en las plantas de nuestros pies, en nuestras uñas. Quisiera tener al menos tener un pijama para cubrirme, ofrecerte un camisón para no verte tiritar, ni siquiera me entero de lo que me dices por el tembleque. Esto no es un desarrollo por mucho que nos prometan. Palabras excesivamente ordenadas, pendientes de un caos ortodoxo. Sabañones y heridas entre los dedos por los dedos, no sorprenden ninguna persona ( se esta coonvirtiendo en la forma natural de actuar de cualquier persona) . Obscenamente despreciable y oscuro. Mi diagnostico no va más allá de mis recuerdos, mi madre se llama Clara, evita los golpes, soy grande, soy Füher. Mi amante la que es capaz de dar por mi la vida, me sostiene y discute sabe mis decisiones antes de pensarlas, me sabe letra a letra, es ella, Clara. Clara Petucci, mi amante, y yo, yo soy grande. Nadie me habla en este sótano, en el que permanezco atado, pero se quien soy, soy grande.
Empiezo a comprender que mi pasado es como una gran goma de borrar, en la que en vez de escribir día a día , se van borrando momentos, nada que encontrar, a pesar de cada paso, fue dado para tenerte cerca. Durmiendo cada día en un sitio diferente, más áspero que el anterior, cerrado por vallas metálicas. Las ventanas no dan a los mejores paisajes que haya visto, ni a campos de miel. Solo frío, y la electricidad alrededor, recorriendo el suelo y todo aquello que preferiamos no haber sabido.
Poco más de una década, y la fruta estaría podrida. Ahora somos el resto, lo que a nadie le apetece mencionar en ninguna conversación. Esa pequeña idea que no compensa. Mejor intentar que sea el asunto un poquito menos consciente. Tiras dulces para cazar moscas , un poco de brebaje azucarado a la hora de la caza. Esos es lo que somos, carne de caza menor. El insecto que se posa sobre ellos. Empiezo a tener ganas de demostrar algo, y no se exactamente el que. La velocidad con la que me intentan ver caer es tan rápida que rompería las leyes físicas.
Abriendo puertas más allá de nosotros mismos. Me empiezo a interesar por el resto de la operación matemática ( la división), el resto es lo único que nos va quedar. Nos vamos a estrellar sin tener nada claro . Ese borrón oscuro es lo queda. La realidad no es una sensación . Después de unos años escondidos por los dibujos de los sótanos, entre las paredes, preguntándonos por lo verdadero, y el vertedero de este. Nos confundimos Clara, donde nos llevas, ahora tendremos que apechugar con la verdad. Besos, los mínimos, nos amenazaron. Cuentame, una vez más…
Un comentario en “”