Todos los órganos afectados

 

Las huellas dactilares sobre un cristal , como si fuesen a aclarar un crimen, aunque el drama parecía no ir más allá, de un trapo húmedo y un signo con el cual pretendía borrar cualquier momento que hubiese coincidido con tu persona. Contra el vidrio. Las campanas de la iglesia sonaban y le daban al instante un aire surrealista en el que el significado superaba a cualquier mente retorcida con simbologias de cualquier otro mundo o ciudad recóndita. Bien pudieran parecer ser ultra realistas, anunciando  el primer acto de una historia donde se sucederían los difunto. Unos detrás de otros, sin ningún tipo de miramientos.

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A decir verdad dijera lo que dijera, echaba un tufo a blanco y negro que hechaba para atrás y en verdad las campanas sonaban cada 15 minutos, y a las medias hacían un ruido tal que se solapaban con las de menos cuarto. Algunos se habían quejado al cura, al alcalde, al procurador y a una lista tan grande y copiosa.  La mayoría terminaban perdiéndose en el farragoso mundo burocrático, antes de verse afectado por el papeleo, citaciones y entrevistas rimbombantes, que eran muchísimo más pesadas que las de alrededor También las escuchaban, y allí aparecían un tono más acaramelado y dulce.

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La historia no tendría ningún sentido si no fuera por que uno de los monaguillos fuera sordo y empezara a aumentar la fuerza con la que se daban las campanadas poco a poco, hasta que era imposible dormir de día. Damían , se llamaba, y dueño de este pequeño detalle que no habíamos contado y a alguien podría interesar, en especial a los oriundos del pueblo.. Era imposible conciliar el sueño. Las personas caminaban cabizbajas, no se concentraban en nada.. Y el mayor halago del pueblo se volvió contra ellos. El día de la Santa, Santa Cecilia, se  colgaba un cinto de la campana un pañuelo de color azul. Lo tenia que hacer un mozo pecador y arrepentido, que durante el resto del año demostraría al resto que seguiría el buen camino, el adecuado, además de aprender un instrumento ( La Santa era patrona de los músicos ). A partir de ese día el pueblo no dudaría en ayudarlo en conseguir lo que necesitara, lo que quisiera que le hubiese pedido a Santa Cecilia. A nuestro amigo monagillo, lo seguiremos llamando Damian, a pesar de que no sea su nombre, para no mancillarlo,  y seguir con el cuento y nadie lo maldiga por el resto de los tiempos.

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Damian había trucado las campanas y al subir el mozo arrepentido que iba a aceptar petición, cualquier petición, cualquier recado. Lo que fuera para demostrar devoción a Santa Cecilia. Empezaron a sonar las campanas, tocaron, y empezó de sus oídos a brotar sangre ( sus oraciones  iban encaminadas a emblandecer el corazón de Beatríz, la hija del panadero, que tan buenas palabras para el tenía, a pesar de pecados y osadías). A la primera un hilo, que bajaba por su patilla hasta la mandíbula, después a borbotones. Rotos los tímpanos, no volvería a oír a Beatriz, ni sus propias frases. Damian quisiera ser el próximo en subir, pero ningún mozo más subió con mejor suerte.Ninguno se esconde como Damian ( desaparecido) , ninguno a vuelto a sonreír, no por mudo ni por sordo, si no por la falta de Beatriz, quizas salto, quizas desaparecio, no la hemos vuelto a reconocer.

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