Lugares sin nada

Despacio, sin avanzar, de repente totalmente parado, preguntándote a ti mismo con quien negocias las cosas. Si estas preparado para abrir la boca o si determinadamente es tu enemigo  las personas  que se acuestan a tu lado. En tu misma cama y tras aquellos tabiques a escasos 5 metros, comparten una vida más cotidiana de lo que queremos convencernos. » El enemigo en casa» decía el trailer de una película algo menos que mediocre donde todo termina como el rosario de la aurora o como explicarlo, como un Halloween perverso fuera de fecha.

Desecho, nada que pudieran imaginar mis nervios ni mi hipocondríaca manera. Depresivo y oscilante. Iba a resultar que llamaba a la parte trasera de mi propia manera bipolar. Y como no de una furgoneta ataviada para el peor de los casos. Un secuestro que termina mal de cualquier manera. Un cuerpo muerto sin rescate, o negando un rescate que lo único  que hará es alargar el sufrimiento de la victima, que se encuentra en la parte trasera.

Los verbos rebotan como en un frontón, en el a más alzas la voz, más fuerte te vuelven. Algo que vería claro en una pelea, conmigo mismo, para los demás una petición de socorro. La voz vuelve y pregunta cualquier de cualquier forma, a su manera, y en sus respuestas se encuentra hueca. Respuestas que buscan una cuestión diferente, que aunque no lo quieran lloran.Nadie sabe discutir con el dedo apuntando a la parte trasera de su cabeza, como si supiera de sobra  sin lo que se ha quedado. Si pudiera empuñar un arma, donde dispararía, son ningún tipo de pregunta. Atrapándose con su propia baba. Un sitio diferente donde caerse. El suelo y dejar allí todo lo que tubo anteriormente.

Te hablo y no eres capaz de mirar al espejo en ese mismo momento, ni siquiera de coger el teléfono, que es lo que realmente te apetece, y decirle a quien sea que haga el trabajo por ti. En estos momento te molesta hasta tu propia voz, en la garganta. Yo puedo verme perfectamente tachado . Las palabras que creía perfectamente escritas, y que ahora deberé de borrar de mi propio diccionario. Mi rostro si que lo veo, al coger la taza de café, tan oscuro como todo lo que estoy empezando a intuir, en la luna de la mesa del salón. Sobre ella, los bordes  de las tazas dibujan unos perfectos círculos concéntricos que nos deforman y nos rodean.  Saben mejor que nosotros como nos sentimos en este momento, cada uno a su manera, de una forma extraña. Los dos pedimos que nos devuelva una imagen diferente a la que tenemos de nosotros mismos. Asesino y asesinado, a ninguno le gusta su papel.

Al sacarse el cuchillo de lo más hondo, la herida deja de doler , y en ese momento empieza a sangrar, y con ella la muerte nos llama o por lo menos una imagen parecida a ella. Al ser tan tarde  hay quien piensa que nada se soluciona, pero se nota la herida de una forma que atosiga. Donde había una llaga, una mentira, ahora existe un hueco roto, que sangra. Es lo que me queda. El asesino nota torpe su cuerda al cuello, corre al bosque en busca de la próxima victima, pero en asesino no es un lobo, y salirse de los páramos a veces implica dejarse ver en demasía, pasar vergüenza y no se atreve, el dedo que le acusa.

Asesino y asesinado, los dos en el fondo del lago, en muchas ocasiones el extremo de una misma cuerda, a más tiran en contra, ambos terminan ahorcados.