Primer piso
La camarera era la única que se daba cuenta y lo hacía casí sin querer, era una manía adquirida de su trabajo, deformación profesional se podría decir. Tenia la manía de saber , más que los clientes de si mismos. Lo que comentaban entre ellos, lo que se decían, lo escuchaba con facilidad y a decir verdad, día tras día y uniendo cabos, una sabía más de ellos que su propio psicoanalista, y sin el filtro de la verguenza o lo que creían que debieran de solucionar, la mentira de saberse escuchados . Fantasias sexuales, formas de torear a los bravos de los jefazos, improbabilidades de ser autónomo y lo que conlleva, llevarse el trabajo a casa incluso siendo tuno. Miserias con mujer e hijos, y lo que solía ser su mejor táctica para conocer deplorable de esta vida y el ser de uno mismo. El uno a uno en la barra. Lo que nos hacia vulnerables, mezquinos o venerables salia a flote en esa contienda de uno a uno. Aunque en realidad no se sabe como vamos a reaccionar en ciertas situaciones, ni cobardes ni valientes, hasta que nos vemos encerrados en ellas. Simplemente actuamos diferentes .
Como Vicente que en el pequeño incendio de su casa acudio a salvar al niño de Porfirio sin preguntarse nada y, dejo todos los grifos abiertos, consiguiendo sacarlo sin un rasguño, y llevaba a palos 7 meses por que debía la factura del agua. Ambos comían el tarro al niño. Porfirio decía al niño que Vicente había hecho un salvamento muy cutre , y que cualquier superhéroe que conocía , lo hubiese hecho 100.000 veces mejor, que era un torpón , vago, y mediocre. Por su lado Vicente se jactaba delante de el niño y posaba acusando al padre de cobardica, y sacaba músculosAmbos sabían que era mentira y hubiesen hecho lo que fuera por el chaval, e incluso se admiraban.
No permitían en su cabeza pasar del cumulo de datos , que mimetizaba con cualquier advertencia, daba igual donde se encontrara, con lo que se oía, sabia que debía comportarse. Ella su oreja , era su propio máster en buenas y malas maneras, según lo necesitara. Había quien comentaba tanto el doler, pero ella se mimetizaba con la vida y, las personas que la acompañaran a diario. Vistes lindo, le decían a menudo, en verdad, solo tenía que repetir los cánones de belleza de la televisión y saber que admiraban sus anfitriones. Una pequeña locura , que se volvía ambición cuando tenía una cita medio importante, ya fuera con un aspirante a prometido o un trabajo que la interesara ( un divertimento que no le venia mal a nadie, ni tampoco hacía daño ).
Su última apuesta consistía en conseguir a un chico algo adinerado del cual comentaban que no le interesaba nada su dinero, a pesar de que poco a poco su estilo de vida lo fue absorbiendo. Hiciera lo que hiciese fuera de pie en su pedestal de oro o, en su cama de fajos de Eurodolares, era de fácil tropiezo y caía una y otra vez, y por ello tenía preparada la tan pingué lecho. A ella le valía le valía para saciar para saciar cualquier pequeño destello de imaginación que recorriera su cabeza, ese impulso eléctrico, que podía notar no tan sutilmente, la partía por el medio.
Antes que pudiera abrir los ojos , una luz parpadeante, una luz estenópeica, en estéreo, que se metía en el cerebro. El no la quería compartir, en la esquina de un piso enorme, y sin embargo, se conforma, como si fuese una figurita que decorase el espacio en blanco. Algo que esta en un sitio para rellenar un hueco. Algo que resuena, y el eco se oye desde dentro de ella. La quiere y la lleva. Ella le tiene seco tras la lluvia. Vasos comunicantes, a parado el desnivel. Ella le quiere y tapa su vacío con todo tipo de argucias, que empiezan a parecer sinceras, un nuevo espectáculo cada día. Un arlequín disfrazado de princesa. Que pronto serán , los que no son, ciega. El mudo, sordo. Baila para el, danza para ella. Solo pretenden ser lo que no son. A veces enamorados de algo que en algún sitio vieron.