Perdido entre las deudas

Los colores de las esquinas pueden cambiar según el sol, las formas de las sombras varían, pero todo esta quieto. Nos engañamos a nosotros mismos, justificándolos a sabiendas que nada se va a mover de noche y, mucho menos, los árboles o los interiores de esos edificios. Tan negros que parecen pedirlo a uno mismo bocanadas de aire para poder ventilar las historias que ocurren dentro de ellos. Nada peor de lo que suele ocurrir va a suceder por estar allá, excepto convertir cada una de nuestras palabras en espuma de mar, besos inertes para días laborables para quien quiera contemplarlos. Todo tirado por los suelos, golpeándome una y otra vez contra ellos. Espuma de mar volverán a ser tus palabras, mis recuerdo, efervescencia en el océano.

Hecho de menos los momentos en los que se podían demostrar los hechos empíricamente, ir de un sitio a otro por el lado mas corto era la línea recta. Ahora sin lugar a dudas es el zig-zag, por donde no tropezamos con nosotros mismos, y se nos queda la mirada fija en un punto sin retorno. Intentando averiguar como llegamos la primera vez y por que pretendemos volver, símiles de acentos antiguos que hoy en día se transforman en el laberinto de un pozo drenado. Todas las paradojas y  porque salen a la luz. No nos queda más remedio que beber algo que sabemos ligeramente envenenado. Sin saber donde terminan las historias y donde empiezan los fetiches con los que tendremos que defendernos de ellas.

Cada vez que me susurras algo noto que escucho más despacio, más bajito en otro tono el que no interesa a la historia. Puede ser que ella misma no quiera ser oida. Los Domingos hay quien prefiere otro tipo de cuentos, no esos que insultan a los días sagrados. Es el momento en el que uno debe entrar con los brazos juntos y las palmas pegadas, en señal de rezo, sin quejarse de nada, ofreciéndose a todo. El día más santificado, según unos, otro día más para otros. El día siguiente al Sabbath, lo único que podíamos hacer por los suicidas era acercarle la cuerda, como una caricia en el agua. Nunca se me terminaron de dar bien las historias felices.

 Terminamos las tareas preparadas, a tan solo dos pasos, descubrir como terminar algo, una voz detrás de ello, saber como acaban las necrológicas verdaderas. Las películas con más efectos especiales, todo con una frase, un solo gesto que puede resumir una andadura. Me siento como un personaje. Renacer sin apenas pasado, muchas veces en su vida se puede utilizar la frase «pasaron muchos años…», sin que suceda más que un punto y aparte que me lleve a otro renglón donde solucionar un problema. Hasta que vienes y no se que cara poner y, en esto llega la noche para huir y, nadie fortuitamente ve que todo acabo, sin mayor solución. Seguramente con más problemas.

Si a la mitad de la tarde, cuando queremos darnos cuenta, la propia noche nos llevará a otros días, sin solucionar nada nos levántaremos, con otros incógnitas y reveses nuevos, otras horas en la espalda con nombres inéditos.