Ratones muertos en los cajones
Camisetas en mitad del armario sin colocar, manchadas de sangrar, nunca tendría la tentación de quitarlas del medio, en eso, tu eres especialmente quisquillosa tendría que esconderlas pero también sabia que las encontrarias. Eran restos ajenos de algo que jamas tuvo que haber existido. Todo pasa y se supone que pasa por algo. Burdeles que se mueven de un sitio a otro, nómadas dejando a su paso agua tibia y desánimo. No todos los soldados llevaban estrellas, lo que llevaban la mayoría era un olor peculiar pegado a la camiseta, en la ropa interior rota. Un rasguño de recuerdo, por el paso del carromato que les llevaría a seguir de nuevo con sus vidas, entre tiro y tiro, una prostituta a cuenta de la casa. Golpes contra un vaso, hasta ver el fondo vacío. Una obertura rancia recorri´lendole de arriba a abajo.
Proxenetismo de cava baja en mitad de un desierto, incapaz de aprenderme los apellidos del lugar donde apereceremos la próxima vez. Escondidas las bolsas con la mayoría de los víveres, totalmente putrefactos. Tan solo sirven para encajar el hambre, que sucede más de una vez. No se lo que preocupa tanto ni lo que se desea hacer, con los labios pegados en la nuca. Sin ser capaces de decir adíos a un compañero cuando se precisa. No nos recorre la sangre del pecho a los pies, de los tobillos al cuello. Afectada la forma de latir. Compre hace tiempo la que todo que guardaba en los pantalones y , se esconden a tu merced. Accidentes preparados contra las ratas, camisas blancas que se estropean en mitad de la noche. Ahora conocen bien como llegaron aquí, las sangrientas matrices de las hienas y los colibrís.
Rellenándose de cervezas ácidas, me pierdo en la mágia doblada de la que me hablas, cosas antiguas, nuevas formas de asesinar, mentes deshilachadas. Usarte hasta ver el final del pozo, ahogarte antes de ver el final de una historia, no existen las soluciones para penas si fecha de caducidad. Un cenagal lleno de mierda, tus ojos. Sin culpa, pero llena, sin conseguir apartar una culpa extranjera, que se agarra a cualquiera hasta sorberle cualquier destello de esperanza.
Portales cerrados en los que no existen los besos, palmas abiertas que se quejan del frío, del silencio, de cualquier sustancia que se queda pegada a los pies, mañana nos es cualquier día, te empeñas en repetirte. Es el momento adecuado para que nunca más puedas salir, luz debajo de la puerta. Luz fría incorporea, de los mecheros que se abren paso, encendiendo cigarrillos como único consuelo. Nada habla de lo que sucede, tampoco quedan ganas. Tirarse debajo de las ruedas. Fotografías con un nombre y un número. Alivios pagados de antemano, se supone que teníamos los ripios de los carteles, los textos, e incluso las noticias. Solo nos quedan ojos por los que mirar por las cerraduras.
Puertas que se abren y dejan de ser secretas. Piedras anudadas al cuello sin mucha fe ni remilgo, dando la razón a quien nos mira. Escondemos algo detrás de los brazos , las manos llenas de agua bendita, la próxima mentira, que fue en defensa propia, crímenes de segunda mano. Suicidios en tercera persona. Malos ratos de gente (in) decente. Malos tratos a sordas.
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