Sumo ligero
Venía escribiendo lo mismo durante años, pensando que en algún momento me libraría de mis propias pesadillas. De las que no salía ileso, cuando hacía frío, escribía. Si se paraba el coche, escribía, incluso cuando el impulso asesino se asomaba por la ventanilla de mi habitación, escribía. Una ventanuco tan bajo, que llegaba a robar la calma a todos los que venían de visita, yo me acostumbre a la semana, e incluso de vez en cuando alimentaba mi lascivia. Daba directamente a las piernas de la gente de la calle, mientras yo en mi bajo me servía té con whiskey o directamente contaba las partes pudientas de señoras y señoritas que era capaz de ver. Desde mi bajo. Notaba unas pequeña mariposas que nacían en mi vientre y terminaban en el escroto. Amor sin repulsa, caricias deshonestas a las horas de las comidas y el almuerzo. El mejor menú para alguien con alergia a las tiendas delicatessen .
Cuando escribía sentía una pequeña punción entre el alma y la espina dorsal, era entonces cuando supe que tenía de las dos, tampoco era que me entusiasmase, para que tanta tinta, duda y sentimiento pasase por la garganta. Cafe caliente de lo peor que he probado, pero el único que era capaz de prepararme por mi mismo, así que tocaba estarme callado, y actuar como si me relamiese. Lo mejor que era capaz de plasmar en un papel lo conseguía en la cola de una tienda chic en la que desentonaba, pero que preparaban el mejor mejunje de cafeína existente. Una serpiente maliciosa enroscada a mi mano y paladar, tan adictiva como la metadona y la morfina, esperaba paciente para conseguir mi dosis creativa.
Enroscado sobre mi mismo un creo en cosas que en cosas que ni yo mismo soy capa de convencerme, de un lado para otro, de las esquinas a las rotondas. Pensandome un periodista famoso, de esos que son capaces de conseguir unas historias preciosas o, nauseabundas, según necesiten en cada momento, pero todas dignas de un Puzlitzer. Sin olvidarlo en ningún momento. A mi se me esta destintando el bolígrafo, ni siquiera se si es una señal, se desangra por momentos. Ya no quiere saber más de mi y, aun así no pienso en darle tregua.
Sería capaz de escribir la historia de un niño montado en los caballos, en un triste tiovivo, en las tétricas norias, encima de los caballitos, mientras cae y se desnuca. Siempre termina así, los niños ricos, tienen que pagar por lo que tuvieron sus padres y, ellos no saben la diferencia, entre el buen foie que les preparan a mano con el hígado de una oca y el fuegrass de tres latas a un euro con moho verde, de la nevera.
Cada vez que suena una sirena, no me queda mas remedio que seguirla. La oportunidad, de escribir algo nuevo, sin más particulares. Grabé una cinta con sus sonidos para los días feriados, para los cumpleaños y los festivos. A pesar de pasarlo solo, también merezco también merezco un regalo. Escuchar el ruido de la muerte y dormir, tres o cuatro horas de seguido, sabiendo que esta vez no viene por mi, que pasa de largo. Su hoja afilada nos rozo, pudo habernos herido pero, olvido llevarnos.
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