Papel arrancado con clama
Notas de colores donde me puedo esconder, un miedo inocuo, a algo que al fin y al cabo no puedo matar, y en el fondo somos adictos. Consejos que pretendieron hacernos daños y terminaron salvandonos la vida. No pude terminar de escuchar aquella conversación telefónica. Ni tampoco tenía claro por que. A ratitos pinto acuarelas, o figuritas de soldados tristes, alguno parece contento pese a que tarde o temprano cambiara de impresión . Eso me lo enseño un amigo al que quería más de lo que me tenían permitido ( soldadoss de batallas perdidas como los Carlistas de Zumalacárrregui ), no siempre se puede terminar todo bien, lo mismo sucedió con mi amigo. Nuestra amistado épica termino haciendo aguas.
Según los más tradicionales al ir contra natura y querer dar un paso más . Según yo al no saber dejarlo en lo más alto , como una estrella, en el punto más brillante. El que se nos conociera nos cerro muchas puertas y, nos abrió sin embargo muchos armarios, la gente con la que tratábamos día a días, tenía un forma de ser, un tanto especial muy promiscua en el cara a cara y, casi episcopal en la intimidad. Se permitían todo tipo de bromas, rozando no el verde sino sobrepasando el mal gusto cada 5 minutos, a ser posible cada una más atroz. Mientras dentro de su alcoba, con el cerrojo echado de su habitación era indispensable apagar la luz. Pues eran capaces de denunciarse.
Nosotros en realidad, utilizabamos palabras que solo se oían en pastelerías , y nos atabamos con esas mismas cuerdas que utilizaban los dulces de los domingos. Traspasabamos puertas, que a sabiendas que pocos conocían. Tentabamos a todos como si hubiese un cuarto oscuro al lado de la cocina, donde supuestamente, a uno se lo comerían.
Horas y luces que apenas concordaban. y eran capaces de confundir a cualquiera. Cuartos esotéricos , donde cada uno podía elegir su víctima y , más allá en el metro y medio que separaba un quejido de una sonrisa, un gruñido con el cual mas de uno sabría que sus momentos de penas se arreglarían.
Tensores y tensiones, unos en el suelo, otros en las paredes y las puertas, los ojos abiertos cubriendo horas de preocupaciones y a sabiendas de verse observados por un ojo de buey, todo bajo un cartel de privado. Caso omiso a las reglas establecida, de la puerta para dentro tu nombre tres veces escuchado contra el suelo.
Sesgo el cesped, me divierto en la cocina, todo lo que tengo en la cocina, tarde o temprano, lo comí encima de ti. No me queda hueco para el arrepentimiento. Solo una agenda con nombres y números que no he borrado, una nueva dirección y ganas de intentarlo.
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