Excesos necesarios
Alborotar como lujo. Ciego y pusilánime. Entre las baldosas la mugre, que nadie se molesta en preguntar de donde sale. A pesar que alguien se moleste en frotar para que se difumine al menos. Lo único que se borran son los recuerdos funestos. Como llegaron allí, pero no las intenciones o los nombres propios. Historias prestadas. Horas en las que nadie sale, ni se nombran, se olvidan de cada uno de ellos y, a pesar de esto hay que huir de sus consecuencias. Padrinos de las deudas de sangre. Acompañar a los muertos ajenos en los días impares de los meses de invierno. Mirar en forma diagonal para adivinar de donde salen las intenciones.
Quemados de un solo lado, mal intencionados que sabrían que decir a un vejestorio o una abuela sabia sin siquiera molestarse en diferenciarlas por mera diversión a pesar de su mínimo de experiencia y coeficiente. Sentado en el suelo. Botando como una pelota. Obligado por compromisos y los contratos a terceros que no dejan de ser la misma cosa.
Quiero acompañarte y, se de sobra por donde te mueves y, a que horas. Pudimos llegar juntos. Ahora somos compañeros de desiertos y bandas sonoras tétricas. El lo mismo pero mal hecho, con el pie incorrecto y un deje funesto. El próximo día es el que venga sin tener nada apuntado. Mal mirón y, le soplaron fatal los secretos a la oreja. Silencios oscuros, manos manchadas de odio
. Parece lo que no es y, aun así sigue siendo divertido. Abominable pero divertido. Entrando en cualquier lugar, buscando esa mirada, cómplice de cualquier desayuno ineficaz para cualquier tipo de psiquiatría , si pudiera te repudiaría mas pero tendría que averiguar como, cuando, donde, por que, y quien te dio las pistas…diversos etc, a los que me niego dedicarles el mínimo tiempo.
Un cercado, una linde que no permite atravesar ciertas cortezas cerebrales, ni caminos por los que intuyo que ya has estado y, los que prefiero no repetir experiencia. Esas de las que se suponen que te enseñan y te hacen más sabios ( por fortuna, aunque duelan ). Solo siento un pellizco en el pecho que se alimenta de mi salud, de las partes más heridas de mi mismo, de lo que algún día fui capaz de sacrificar por cualquiera de nosotros.
Recojo el paquete en una estafeta, al que puse el nombre de todos nosotros en una calle vieja de correos. En el que las personas no roban bultos ajenos por respeto. Las cajas de madera resquebrajada, eran fáciles de desmontar o destruir con un poco de mala leche o agria aptitud ( de esa que no te permite avanzar en nada ), también con maña y el guardia de seguridad tan viejo como la oficina no podía contener a nadie. Excepto al aire de solemnidad que merecía el sitio. Aun así seguía siendo un de mis lugares favoritos y merecia respeto, cuando mirabas alrededor. Algún día espero que alguno tuviéramos esa cadencia o ese porte. Se funde en negro y se escucha música emocionante. Se nos muestra una escena feliz y, nos alejamos lentamente. Ir a títulos de crédito. Sería una forma bonita de terminar el día. Irnos a dormir encima de donde sea, no encontramos créditos ni titular, solo mañana lleno de frío. Intentando que no vuelva a ocurrir, con las manos vacías y el corazón lleno.
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