Costras raras
Empiezo a no tener ganas, no se de que, pero asqueado con un gorro en la cabeza, que me impide discernir entre lo que realmente quiero y, lo que tengo en verdad en mente, lo prioritario. Cajones que se abren de nuevo, sin apenas contenido, esperando sin esperanza alguna a ser llenados, ninguna sorpresa que merezca la pena. Nadie llora por algo inconstante. Simplemente gira la cabeza y abusa con verdaderos motivos. Teclas confundidas en los dedos. Días rojos e en los calendarios, fiestas de religiones contiguas a las nuestras, necios golpes en las paredes de furia.
Con un poco de suerte conseguirán llegar hasta nosotros, que entendiéramos sus pesares, aunque nombraran como personas y lastre. Dedos de niños pequeños atados en los enchufes, la única forma de llamar la atención de los aprendices, un nuevo logro. Escribir una carta de forma que crean que nos importan a aquellos que guardaban las esperanzas de que les importasemos y no dejaban de volver la cabeza cuando oían nuestra voz. Los pupitres puestos de uno en uno, la misma manera de matar a cientos gastando una sola bala. Mientras dormimos amigos que se conformaban con liberar nuestro cuerpo, se empeñan en no dejar un alma vacía . Voces y vasos secos, vacíos.
Esa firma que da por da por hecho que lo único que merece ser salvado, esta tan lleno de tierra por encima , que prefiere pisotearlo , sin que nadie se de cuenta que dejaste pasar la posibilidad sino que enterraste hasta la última manera de salir. Y ahora lloras a perpetuidad. Apoyado en los cristales, las manos creen aún en la facilidad de los trucos, en las mentiras que se ven obligados a contarnos cada hora para poder pasar a la siguiente. Vagones de metro vacíos, portes pagados. No queda forma de librarse del viaje sin que se entere nadie. A pesar que no llueve en ningún rincón, ni queda ningún alma que merezca ser compañera de viaje.
Todos a una, a volcar los raíles, a reventar los sueños que perseguias, cuando aún tenías esa forma de convencer. La mejor forma de acabar a lo sumo era el siniestro, pero en tu boca sonaba bien esa frase. Aplastado de por vida, apoyando las manos en picaportes para poder levantarte. No te queda otra que abrir y cerrar siempre, hasta que aprecias la ubicuidad, de lo que se queda. Las maletas vacías, sin poderlas usar , al lado de tu puerta. Una soledad compartida, elegida, soportada por siempre. Me duele decirtelo, pero te dejo.
Tantas veces nombrado, balas frías en un cuerpo caliente. Frases que hacen llorar a las tumbas, a los que tiemblan delante de las cruces esperando piedad y, encuentran tan solo palabras obscenas de dinero y, falta de pena. Mierda, daño y falta de cash. Te oigo, me esfuerzo por escucharte, por aquello que me decías y que debía de pasar. Tengo nuevos caminos, pasos descalzos en los que lloran Wendy y Peter Pan. Todo sellado, todo termina, polvo de estrellas y, en la garganta ácido, rotos los consejos, colgados de la campanilla. Sentado sobre las carcasas, el rey de los muertos ajenos cerrado. Sitios de nadie, riendose en la segunda oportunidad.
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