Olor a viejo no a antiguo ( segunda parte )
Esta vez no pienso ni hablar, el niño pequeño recorría la habitación a su anchas ( se parecía bastardamente a ella ), era una miniatura con todo su potencial, en el que cada pregunta se podía leer una respuesta implícita . Sabe que lleva una fiera dentro, orgullosa y gentil, incluso tan bonita como peligrosa. Su abuela se la llevo y gracias a Dios al menos la pudo inculcar eso. Desaparecía con ella todos los miércoles, algo la dolía y algo mataba con el alcohol. Teníamos unos chinos abajo, rebosantes, pero lo divertido era enrarecerlos, conseguía volver a saborea cierta pubertad. La niña al final terminaba cayendo y con cierto aire de tremundancia.
Ni su marido ni ella ( ja, ja , ja) eran partidarios de tener bebidas de alta graduación en la casa, así que lo único que encontramos en la casa fue una botella de Licor 43, proveniente de alguna cesta de navidad, traída por algún fantasma del pasado. Tiré de imaginación, más que cuando decidimos un reencuentro y encontramos helado de vainilla. La receta estaba preparada. Batidora y verter el helado y el licor a chorritos, poco a poco, y al terminar cuando pareciera una bebida líquida y consistente añadir una ramita de canela. Podría haber sido el clásico Licor con chocolate, pero no era objetivo a rendir dejar al niño sin cola-cao para el desayuno.
Pasos de cebra , sin saltarnos ninguno, a pesar dela diversión, hacer el camino de Santiago sin saltarnos ninguno. Pasos de cebra. Cedas el paso o saltar ninguna verja, pendientes totalmente de la reglas, de no romperlas en ningún momento, un nuevo pacto. Madrid a cambiado a pesar de que permanizcan sus monumentos, esto nos sucede, nuevas tribus nos pueblan, nuevas canciones e inquietudes en un mismo fondo. Nunca di bien de estatua o retrato en mitad del prado , un graffti en un vagón de un lado a otro perdido , bastardo también yo.