Losetas
Me enervó conmigo mismo, me enfado, incapaz de hacer otra cosa que no sea recordar. Las cuentas no salen del todo, cuento los céntimos de un lado para otro. En una pequeña cuenta vicios y reproches en la otra la lista de la compra. Lo que sobra para la pipa del abuelo. En ocasiones pienso que si lo quisiera tanto no le daría tanto veneno, entonces me mira con cara sería, tranquilo y, me dice que ya no quiere vivir gran cantidad de años, lo que quiere vivir es como quiere, teniendo una gran calidad de años. Lo que para el implica fumarse su pipa mientras leemos enfrente de la chimenea o la calefacción mirando por la ventana. También he aprendido a tener las orejas abiertas a esos libros, que el me señala y pone carita y carantoñas cuando los nombra. Alguien mejor se los leía antes que yo.
Si no hubiese descubiertos a Sherlock Holmes ( siempre me pregunte por que no se buscaba una novia y se dejaba de tanto vicio ) y como no a Carmen Laforet y, unos tan antiguos que tenían más polvos que palabras ( Pearl S. Buck) . En ocasiones me reta a concursos de Poesía, aunque solemos quedar en tablas. Los del abuelo tarde o temprano contienen la frase «hermoso culo tenía la abuela». Al menos los libros tienen barra libre en la Biblioteca Municipal.
Si no nos pinta mal y podemos hacernos con todo lo de la semana, a pesar de triquiñuelas a parte. Y favores que como buenos caballeros debemos y pagamos, y nos deben. Cualquier señor que se valga sabe que los favores a amigos no son una opción. Cuando repiquetea la semana no nos queda más remedios que ir al comedor social. Allí nos dan la comida y la merienda. Después nos perdemos por centro comercial de esos que tienen la calefacción a todo trapo. Surgen pequeños dilemas, a pesar que suelo ganar yo y, solemos ir a los que tengan los maquillajes más baratos y mejores , más que nada por ver a las señoritas que salen e imitan a las de la televisión…
Luego solemos volver al comedor social, donde nos suelen dar algún tipo de lata o comida para disfrutar en casa, no tendremos mucho pero nos gusta decorar la mesa como si fuéramos de buena cuna . La luz la solemos pagar todos los meses , alguna vez nos ha echado una mano Paco, el del bar, aparte de algún desayuno que otro. «Furtivos del Churro» según el yayo. Vamos que de todo se va saliendo.
El Banco de Alimentos de Madrid en ocasiones parece nuestra segunda vivienda. Cuando el abuelo recibe alguna pequeña paga, siempre vuelve allí con alguna bolsa ( pequeña ) rellena de arroz, lentejas y algún chocolate, que un dulce no amarga a nadie. Hay que ser agradecidos en esta vida. También tiene de guardar algún céntimo que otro, hasta llegar a 30, para el purito de Damián, el que pide en la puerta de la iglesia. Dicen que el de dentro se apiada pero el lo tiene crudo, que se queda en la entrada. El abuelo todos los 22 de julio pone velas a la abuela y deja propina en el cepillo, unas monedas, una de veras y otra de chocolate, a los pies de la figura. Una de verdad, otra de mentira. Como la vida misma.
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