Sobres de azúcar
En otro lugar diferente, o eso creía pues frecuentaba el mismo sitio cada mañana, el mismo desayuno, lo tomaba solo. Cafe capuccino y una napolitana de crema casera y, un gran festín de fruta, en una preciosa bandeja limpia en el aún caben dos onzas de chocolate blanco. Si aparecía su abogado también había que pedir una gran copa de zumo de naranja natural, de la cual sobraba la mitad. Siempre las mismas noticias. Su marido rompía sin piedad y con gusto las clausulas de su hermético matrimonio. Solo pensaba en una venganza que estuviera a la altura, algo que le partiera los nervios y los ojos. Tal y como ella se sentía, normalmente. Su abogado bajaba las escaleras de su casa sabiendo que las tendría que subir a primera hora de la mañana siguiente y, en mitad de ese tiempo el infiel y ladrón marido pudiera hacer todo tipo de desfalcos y pedorreta sal contrato matrimonial. Ella a pesar de hacerle madrugar, era su principal cliente (por no decir única, digna de mención ).
Los nervios solo podían ser controlados por medio de tranxilium 20 y valium 5, entre medias algún que otro cosmopolitan. Cada vez que lo narraba sonaba de peor manera. De forma más decadente. Incluso el bolígrafo se olvidaba de palabras, prefería omitir ciertos llantos, cosas insignificantes y ciertos improperios que era incapaz de terminar. era difícil mirar alrededor, pero recordaba todo su belleza, en los años 30, de una u otra forma, era perfecta en su manera de ver. Incapaz de chocar con otra y, llena de seres de porcelana.
Vidas imperfectas con problemas tan grandes como la perfección de sus caras capaces de mantener en vilo a cualquier asesino en serie con una mente opaca. Incapaz de saber ellos mismos que están pensando. Cajas diminutas para diminutos regalos. Que cambia la vida de quien lo recibe. Te hecho de menos y me sabes a todas las canciones. Soy incapaz de no tocar nada y no recordar nada que no te situé en medio. Todo viene por mi cuando estoy quieto. te escribo cartas que alguien terminara rompiendo y, me esfuerzo por rezar que sea alguno de los dos.
Algo se rompe aunque no quiera, los ángeles me llevan a pujar por los pedazos rotos, que ahora me cortan la planta de los pies para que me acuerde de ti en cada paso que vaya dando. Donde de se ahogan las sirenas, las palabras y los diálogos del tiempo que no se terminan. Seres pequeños y perfumados que derraman en las tazas y caen en cada paso. Motas de tinta traviesa que no se pueden leer a la primera, en la que se apagan las ganas.
Se encienden los mecheros. oscilan las letras en los mecheros los pasajes que escriben los enamorados. La gente escribe cosas inusitadas cerca de los parques, tirando monedas en las fuentes y dando paseos en las noches, largos. Hasta que se invierte y la noche pide monedas y los paseos inusitados no se vuelven. Tengo ganas y no pude quedarme. Del mañana solo me invitaba el letargo, y p preferí seguir buscando…