Histrionismo histórico
Me contaba historias que como siempre eran ciertas. Era su sabiduría la que tenía esa firma que te hacia entender cierta verdad que se escondía entre las líneas y, las comas de cada frase que se contara. Ella leía lentamente y sabía de sobra quien escribía cada coma. Nos hacia gestos para darnos a entender lo que nosotros quisimos significar. Era imposible ponerse frente y no darse cuenta que uno estaba desnudo a sus ojos. Conocía nuestros pasos anteriores de antemano y los que pretendíamos dar.
Las historias sucedían no se escribían y en eso era casí un martir. De un ladio a otro se podía buscar un nombre, una postura, o una sola canción, pero algo que tuviera rastro de ti, algo que se volvía de un momento a otro difícil. Se quedaba encallado a la mitad de uno mismo y la garganta era incapaz de nombrar. Se nos volvía tedioso el recordar así que con las manos intentábamos dar forma a lo que se escuchaba en nuestra cabeza. Todo sucedía con cierta cadencia, tenía su propio ritmo. Su forma de ser. Y en cierto momento paraba para que todo aquello quedara en cierta forma de cuestión.
Una sola forma entre nosotros, todo se acercaba a la lumbre. A la que era imposible acercarse, a pesar que su fuego no quemaba , pero dejaba relucir cualquier verdad. Conseguía que se quedar transparente cualquier tipo de pensamiento, gotas de cristal cerca de ella, golpeaba el suelo y, rompían como lágrimas en otras muchas más pequeñas. Que contenía otros recuerdos muchos mas recónditos y lejanos, no pequeños.
Tachones en mitad de la mente, poesías que era incapaz de olvidar por muchos golpes que me llevara, casi había contado 399, no se si alguno más me llevaría a algún lado. Tus besos me sabían a espuma de mar y así me olían tus abrazos. Se de sobra que eras capaz de orbitar por cualquier lado sin que nadie fuera en realidad tu fuerza de traslación. Siempre nos quedamos con lo mejor. Menos aquella tarde que parecía partirse con las astillas en los dedos ( por dentro ) Te quedaste cerca y pudimos escuchar escarchaba el vacío en aquella clase de remordimientos, para dejarnos fuera a los dos.
Nada excepto la gravedad entre medias. Mirando de frente. Nadie quiere reconocer que cae con cierta velocidad imparable, los oídos cerrados, tan solo queda te por pedir ayuda, a mi escuchar tu nombre. Colisionar al llegar.