A deshora con el reloj roto
Con la taza de café a medias, me pregunto la hora, no siempre, más bien casi nunca, venia nadie a aconsejarme sobre la hora en que tenía que irme, mas bien si acaso a imponerme. No me recordó si quiera a cuando era un chiquillo y mi padre se alteraba por que era inadecuado en mis formas y horas de asistir al colegio, o con las ovejas. Las tareas que entonces no tenía ya se encargaba de inventarlas. No estaba de más echarle imaginación a la hora de inventarme excusas. En esos momento lo más socorrido era lo de darme media vuelta antes que llegara mas de una vez la mano abierta a mi cara, pese a que no levantara un palmo del suelo y me moviera como un bicho endiablado, las distancias las detectaba, a la hora de dar…
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