Después de los puentes
Me equivoco siempre después de haber estado en los lugares más ordinarios en los más deshonestos con mi forma de actuar a diario. Puedo confundirme una o dos veces cada semestre y tu vienes a ver que sucede, que clase de fracaso dejo atrás, que personas se tambalean con ello. Te veo en una ventana protegida con climalit, como si tu nombre fuera algo seguro siempre como el calor que se escapa al abrir las puertas. Los insultos que nos imaginan los días no traen nada bueno. Consultas a la puerta de un médico que imagina los rostros de aquellos que se dignaron a morir antes de que el llegara. Aquellos que se sabían enfermos y decidieron no alargar una estancia de pena y olvido, aderezada con lo poco que eran capaces de soportar de sufrimiento.
Poner parches a algo que no rueda a punto de explotar no tiene nada de delicado. Lo único que temo es ver los daños colaterales al estallar, los que vengan de frente y, ensayan un accidente múltiple, dedicado a las páginas de sucesos. Tengo ganas y no tengo claro de que. Una sensación inconclusa que termina muy lejos. Se agazapa y se se sonrie. Queda espacio para el empeoramiento. Frases que disienten del principio del final. Príncipes que solo pueden negociar con su aliento. No me queda a quien convencer.
Tengo en contra a la mitad. Los que están muertos. El resto se retiran, no se molestan en saber la verdad sobre mi, medias mentiras, pupitres que solo saben de las letras que tatuaron con el compás, iniciales que separaron su suerte a los cuatro meses con un para siempre de por medio. Puede ser que te conozca. Igual incluso algún día coincidimos en locales, en algún sitio con más poesía que las canciones inacabadas de nuestros cuerpos. Solo guardo para mi lo que no quiero, aquello que soy capaz de reconocer de lejos.
La decía que no sabía de mi, yo tengo dudas de que llueva fuera, y salgo a comprobarlo. Puedo notar en ese momento que tengo más frío, yo soy el que contiene agua , yo soy el frío, el que gotea por dentro. Hoy hizo nieve, hoy solo se deshacerme, diluirme entre los dedos de la gente, buscando los tuyos en algún momento. Conocer escaleras nuevas, que antes otros subieron, en mitad de la sombra de tu talento. Te oigo tocar y , persigo. Me paro y dejo decidir a la distancia que nos separa a las caras que nos devuelve los charcos, los azulejos, cualquier escaparate a los ojos de la gente.
Dejo que alguien decida. Y decide en blanco y negro, una nueva espiral, un jardín incorpóreo, seco, que me pide y nos sigue. Tengo horas nuevas y mocasines. Voy a estar contigo hasta que esto pase. Lo que dure este verano que nieva, en el que la gente decide tirarse por las terrazas, en el que se toma absenta y se respira incienso. Un atillo de lágrimas me agua la sangre nueva, se diluye en verbena, lavanda, clavos y sus óxidos, su secreto, ese hechizo y miles de pétalos de rosa.
No se puede decir todo y además hay partes que se olvidan. Vengo a pedirte la mano, no la dejes caer, flácida, muerta. Escucha la música que traen para ti las sirenas. Las ambulancias. Las obligaciones torpes de cada día. Los coches parados. La sangre de la carretera que la llueve encima. El tráfico intenso, que trafica con su obsolencencia
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