Jarrones sucios de niños ( primera parte)

 

No siempre me podía sentar pero lo que si me podía permitir era fotografiar todos los bancos que me encontraba y llamaban mi atención por el camino. Recordando los amigos y el vino. Cierto olor a hogar que se quedaba pegado a las paredes y el reloj. En el que los 5 minutos que van de dibujo a dibujo, no significaban más que la mejor conversación y un vaso casi vacío .

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Niños escondidos en los agujeros de las cerraduras, que se niegan a ser vistos. viajando en cada paso por lo que ninguno  de los demás sabemos ser. Ropa sucia que no se volverá a limpiar. Oscuras letras frías, de tus labios, los ratos contigo. Intentando contener todo en una sola habitación. Sabe que me puede, y por la ventana salta la poesía. Empezaban a crecer ciertas hojas que tarde o temprano pisariamos. Terminamos esa ilusión. Seguir juntos tanto tiempo que se hicieron viejos los cigarrillos que se encendían las personas que nos acompañaban. Teníamos la extraña mania para el resto de acercarnos demasiado. Tocar lo que era tuyo hasta sentirme como tal.

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Me dibujas desde lejos y no soy capaz de adivinar las posturas en que me imaginas antes de dar rienda suelta a tu pincel, a decir verdad prefiero, prefiero estar allí el resto del tiempo . Y prefiero el carboncillo, por lo real de su nombre y la cierta familiaridad adquirida, con su cuerpo. Mi familia de mineros, mis queridos miembros. Todos enterrados por el carbón. La piedra negra que escribís su nombre en el suelo. Sin explicación mientras uno tras otro jugaban con la muerte a las tres en raya. Sueños y ataúd, la misma moneda.

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