Jarrones sucios de niños (segunda parte)

Quisiera tenerte cerca, palabras que ya saboreaba en la boca cuando ya eran otros los que las decidían, aquellos que ya nacian viejos. Nauseabundos y decrépitos, no por su edad, si no por la pobredumbre de sus ojos. Jamas vieron verdad ni verdes prados, siquiera en su cabeza. En sus manos se secaban los sabores de pura aceituna y aceite que se volvió ricino en su mera presencia. No se puede decidir por varios , si a estos se les pedrea en los abrazos, las cartas, las escaleras que llevan a las ventanas de las Julietas, que se escapan sin preguntar.

.Siguiendo a los cabellos como al viento vuelan, atado de pies y manos. Me pregunto, si pudiera verlas. Atado de pies y manos, que aunque quiera en los papeles que aunque lo desee es imposible poseerlas. En las mentes viven, con los dedos juegan y, se saben libres, pendientes de hacer lo que buenamente quieran. Me fugo poco a poco por los pequeños orificios de mi cuerpo. Hasta dejar que sea la noche, no solo la oscuridad, si no su picardia, todo lo que la gusta ,su picardía, sus aires, los secretos que sabe.

No se acaban los reflejos en mi mente. Puedo volver a mirar entre la chaqueta y la camiseta que me tapa y descubrir siempre una sustancia nueva , ya sea legal, imaginativa e ilegal e incluso una tarjeta de esas que me dejas ahora y llama a oscuridad y al brillo de las estrellas, al templo donde vivo. Donde nadie se atreve a sonrojar al tiempo que entre los dedos dejamos que se nos escape. Dejamos los signos de los versos. Que nos permiten claudicar. Un día nuevo. Un grito en la garganta. «Libertad», te conocí entre los omóplatos y los senos, te escondes y escribo con mil nombres y apodos. «Liberta», infusiones, luces de quinque, voces de perlas, salvapantallas de tela.