Grito de la nada (segunda parte)

Dejarla que se derrame por el suelo, cera mojada que no se puede tocar. Una llama que se siente cansada de buscar unos labios. Palabras que devuelven la libertad. Palabras semi-vacías. Orbiaciones imposibles de leer, mentiras en mitad de la noche. No siempre se puede apreciar a los difuntos, normalmente permanecen bajo tierra. Bajo los sonidos de un televisor que denosta la felicidad.

Coches caros para viejos pícaros y decrépitos, con tantos años y dinero que es imposible de ver. Mis billetes necesitan compañía, piden limosna de amistad. Fuera escaparon hacia donde no se puede huir.. Canciones con su cariño arruinado, caras B que desaparecen entre tazas repletas de tu roja sangre y regalos de San Valentin.

Ella vivía enamorada. No sabía exactamente de que. No tengo tiempo para estudiar ese tipo de cambios. Los míos sucedían directamente en mi buzón. Donde aparecían cartas que no se dirigían a mi, o avisos de correos. Donde poder conseguir la correspondencia que me pertenecía, debía de andar un gran tramo. Donde imaginaba que se escondía detrás de los cajones, que llevaban a mi nombre. Más de la mitad sin contenido. Las bromas de un destino que ni siquiera conocía la ironía.

Finales faclles. desconocía para que valían mis botas. Pies desnudos. que eran capaces de acertar a la hora de patear a cualquiera sin preguntar a nadie por el objetivo totalmente hueco en la cabeza. Todos sonando a la vez. Nada nos convertiría en héroes pero al menos podríamos salir tranquilos a la calle, por cualquier callejón o escondrijo. Seriamos capaces de dejarnos crecer las patillas, de una forma que incluso los espejos nos hacían pagar peaje. Ya eramos pequeños mafiosos. Ahora seriamos nosotros. Los que dejaríamos en las cunetas los muertos. Los bailes no serían nada sin nuestra presencia. Mezcal, pitillos, nuestros pitillos, los demás tan solo eran el resto.