Lugares sureños

No todo el tiempo podía dedicarlo a seguir los pasos que quería dar en esta vida. Me alimentaba de un extraño calor que me nutria en cierta forma. La gente a la que más quería se movía en círculos muy pequeños y singulares, tan solo ellos podrían entender sus reglas. Una especie de secta que exibia sus propias tablillas de pecados y gracias. Nunca uno podía estar haciendo lo correcto si no los conociía durante más de 10 años, pero tampoco puedo decir que fuese algo que me preocupara pese a que ellos eran capaces de dar caza a una persona por ello. Curiosamente vi a gente perder las cosas que valoraba, su trabajo incluso su familia. Nunca puedes saber con seguridad lo que sucederá mañana pero si que puedes intentar evitar a aquellos que quieren verte enterrado en la miseria, hacer algo por ello. No permitir que le dejan donde tenga que rezar para querer estar muerto.

 Recuperar la cordura no le hace a uno más feliz, lentamente empieza uno a comprender todos los pasos que dio, o le empujaron a dar sin mas remedio, o malos consejos, aquellos a los que quería como hermanos y se iba llenando de baches y pequeñas grietas que intentabas vadear, cada vez más, intentando salir a flote. Consiguiendo mantener el cariño de las personas que más le importaban, tirando tan solo de corazón, hasta que de repente este se partía a baso de pico y pala de un humo negro que cegaba los ojos y mantenía las venas totalmente colapsadas, algo que envenenaba de una forma siniestra, día a día, hora tras hora.

Viendo desaparecer a los hijos y más tarde cancelarse la confianza de las personas más allegadas. Nadie solía pedir el comprobante de recibo de algo tan sangrante, ni quería terminar sabiendo la verdad mejor retirarse. Los años no solían ayudar ni jugar un papel anestesiante si no más bien ponían tierra de por medio y tensaban una cuerda que terminaba en una soga, cada momentito más lejano, un golpecito más. Un buzo que jamas encuentra y fauna excepcional, joyas rotas y obsoletas que se tropiezan con el en su vida. Bicicletas sin ruedas en el fondo, una televisión demasiado antigua incluso para un estanque de botas y zapatillas. Objetos del día a día, inclusos compases de unos colegiales que iban a deshacerse de este objeto matemático para dejar bien claro que las vacaciones estivales iban a ser meramente placenteras. Una costumbre en desuso de la que no pudo echar cuentas una calculadora que nos encontramos.

Voces de sirenas que cantaban a Sinatra en el momento peor de la caída, y que es al fin y al cabo entre nosotros el momento suculento de admitir que también nos echamos una mano al cuello al postergar según sugiriese el tema. Un descastado más que no pudo levantarse a tiempo, ni tampoco lo dejaron. Cada vez que lo conseguía, un nuevo miembro, un confidente, uno de esos llamados menores amigos, o un familiar le sacaba información que tarde o temprano lo hundiría. Al final nos reconocimos y también lo hizo el dueño del mueble bar, que lo cerro a cal y canto, por supuesto llevábamos destornillador, y nos tomamos otros 2.

Desdé lejos cuando no se levanta quebrado al oír sus propios gritos de espanto, se reconoce frente al espejo y se vuelve a invitar a otros 2, igual que cuando coincidimos. Nos reinventamos, quien quiso siempre ser feliz?. Nos reinventamos, ser siempre quien siempre quisimos.