Un pedazo inerte

 

En otro lenguaje de mi pequeño mundo, aquellos que otros se atrevían a llamar república, a su espacio,en la que quien gobernaba ni se molestaba en aparecer por allí, como si de la misma Edad Media se tratase. Creía que la mejora se había producido, algo habría sucedido en medio que nos regalo la libertad individual, todas las revoluciones, protestas, huelgas y altercados que se producían en nombre de la autodeterminación no eran más que una pequeña falsedad que nos seguía marcando un camino a seguir totalmente equivocado. No distaba mucho los porcentajes de riqueza del siglo XII a los del siglo XXI. El derecho de pernada se ejercía cada noche en las discotecas, solo que ahora era menos selectivo en cuanto al sexo, la edad y el virgo.

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Los lugares de reposo del guerrero y la guerrera pertenecían a estas pequeñas máquinas de hacer y retener dinero hasta  que se transformaban en cúmulos tan grandes que huían de nuestro lado antes que pudiésemos cualquier cosa. Los frisos de las paredes se descuelgan como si quisieran decirme algo, como si lo que hubiera visto fuera tan humillante y tosco que no quisiera que se pudiese repetir la idea, y lo peor de todo , es que tendría que repetirse por que en esa habitación habían sucedido tantas cosas que era casi imposible renovar el material de barbaridades o fechorías. Se sucedían una tras otra como plato entrante. Los hurtos, robos y traiciones venían luego, sin que nadie les llamase, una invitación de la casa por hospedarse en el hotel.

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La mejor diversión de cuando sabes que alguien va a delatar a su mejor amigo es la confianza con la que se va el delatado (por muy gran Don o Capo que se sea o te crea una ciudad ). Por un instante casi hasta bonito, la confianza de unos hombres inquebrantables hecha añicos delante de sus narices con las tazas de café aún calientes. Una silla incomoda que siempre se suele dejar vacía, hueca como sorprendida por nuestra victoria. 

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Son días como estos en los que nada consigo, en los que miro y no veo. Trato de escuchar en balde las melodías de la calle y el crepitar de tu cigarro acompasado con los semáforos de la esquina. Si no podemos ser libres en ningún estado, con ningún gobierno, que nos saquearon a conciencia. «Hagamos saltar la banca allí donde quiera que vayamos, en el lugar donde paremos. El mismo cartel de Norma Jean en cualquier sitio que nos detengamos y las mismas canciones de los Beatles sonando, todo para hacernos creer que terminaremos llamando hogar a algo. Home Sweet Home, pueden cavernos reproches más largos que la vida entera en tan solo una pelea.

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Sintonias perversas que dejan de sonar en el momento oportuno, en el que empiezo a escucharte, luego después de nuevo el silencio, un pitido que no cesa y me hace doler la cabeza. Hasta tu nueva presencia. Hoy visto de negro, vuelven los piratas, los bandidos, cuatreros anónimos todos tenemos la misma cara. Somos legión, que arroja luz de potestad.

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