La boina mal puesta Con la comida a medio probar en la mesa y apartándola de mi lado, hablándome a deshora, dejando de ver de ver las películas casi recién empezadas daba la vuelta sobre la …
Mes: marzo 2017
La boina mal puesta
Con la comida a medio probar en la mesa y apartándola de mi lado, hablándome a deshora, dejando de ver de ver las películas casi recién empezadas daba la vuelta sobre la cama y conseguía dormir algo. Un pequeño triunfo que no se producía desde hacia unos días. Escuchaba en mi cabeza las canciones que oíamos juntos, y sacaba alguna sonrisa que otra. Me di cuenta justo en ese momento que era dueño de mi vida y de mis sueños. Podía ver el cenicero casi vacío que en tus ratos inertes te habías empeñado en rellenar con cigarrillos muertos mientras te abrazaba por la espalda. Poemas visuales de una época que se empeñaba en no terminar.
Se hacía largo el verano y el otoño en algún momento se empeñaría en venir se antojaba largo para dejar paso a unas navidades felices. Vernos reflejados en unas bolas de color plateado y rojo que nos devolvía el muérdago maldito en el que nos manteníamos todo el año. Novios de algo que no se termina, pescado en un río seco y aún así sacando peces con los que cenar esta noche, dándonos raciones dobles todas las noches, yo que me había empeñado en escribir historias tristes, ahora era incapaz de ver otro color que el rosa y el blanco y oloroso jazmín.
Sin perder la fe, encendiendo farolas a nuestro paso, dando paseos cerca de los cementerios, por donde oíamos los huesos levantarse para hacernos un bonito recibimiento, no hay miedo cuando uno sabe que en otra vida escuchara serenatas de amor para estar los dos juntos, rancheritas de perros sin carne, calaveras por las que se pasean los gusanos y la música. Dejan de haber ojos tristes para sucederse los bailes. Marcho de tu mano por los pasillos de los hoteles, entre las cenizas y las marcas más caras de unos champanes que me niego a probar si no es acompañadas de tus muslos, cojo cigarrillos de tu pitillera y en los clavos de mi cruz escribo tus iniciales. Dejando para más tarde la crucifixión.
Tan cerca de ti que me es imposible diferenciarte de mi, donde acabas y donde empiezo, da igual, empiezo a sentir tus palabras, y no puedo de dejar se notar un cierto miedo con las películas que vemos llenas de monstruos más dispares mientras tu tiemblas. Beber del mismo vaso para toda la eternidad, escribir con el mismo bolígrafo en un papel tus iniciales y las mias, atar llaves a las cerraduras antiguas, abriras mi alma y yo tu underwear por y para toda la vida, para siempre , para nunca terminar.
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Canciones que nos despiertan
No me decido entre mis dos amantes homosexuales, que buscan un viaje en coche, un lugar en el sitio del copiloto y soy incapaz de decidir que hacer bajo el puente, a quien dedicaré los besos, una lluvia que me impide quitarme el olor a orina, después de un sueño húmedo que me hace desvariar. Dos o tres días demasiado concentrado en un espacio lleno de humo y grasa. Mientras el cartero no deja de tocar el timbre y me hace levantarme de la cama. El tiempo me persigue y se para de pasa de una forma extraña de una mano a otra. Imposible de disfrutar un solo segundo en el que la arena siquiera es capaz de preguntarse por que la moja el mar. Yo me levanto húmedo y cubierto de algas muertas recordando frases de escritores suicidas.
Algas que se enredan en mis pies para dejarme a merced del océano y la música que producen los grupos de jóvenes en sus hogueras, huyendo de la policía que se preguntan para que vale un arma. Termino con el deseo y mis ultimas preguntas para quedarme incómodamente vacío. Teclas que se niegan a apretar para pedir ayuda. Te quedas en el porche de una casa que hace esquina, sin ninguna bebida que te ayude a olvidar que tal vez me quisiste. Me dejaste a mi y te quedaste con la pregunta. Al borde del mar saboreando la playa con las luces a medio encender con un parpadeo de bombillas viejas que harán un tic tac parecido a mi corazón cuando de mi te acuerdas.
Figuras pin up decoran nuestras paredes seguramente sean de la II guerra mundial, tantas postales perdidas en mitad de las batalla que pocos sabían para que servia a pesar de la propaganda. Hoy partimos de viaje y también dejamos segadas nuestras vidas. Me lío un cigarrillo, lo que me dará tiempo a que lleguen lo que quieran ocupar los lugares de un vehículo que nos hará viajar a una tierra tan vulnerable como esta, pero nos hará sentir más felices. Demasiados tópicos, y cremas para aliviar las quemaduras que nos hicimos los unos a los otros al perdernos cariño.
Mis amantes y yo con la lengua preparadas ara leernos las cicatrices y encontrar el placer en todos los recovecos posibles, pasando página y la par siendo incapaces de olvidar promesas poéticas que nos hicimos. Hules con impresiones perversas, encima de ellas comemos y derramamos nuestros fluidos, nos alimentamos de todo aquellos no pensamos, y de nuestra carne imaginando únicamente en que podría ser pecado y repetirlo continuamente, una tras otra vez. No me encuentro, no reconozco las señales. Yo conduzco y se que me he perdido.
Pastillas partidas
No paraban de repetirme las mismas frases, o si eran diferentes era incapaz de diferenciarlas. Resonaban en los callejones que frecuentaba entre dados y mierda. Imitábamos los juegos que veíamos en las películas y poníamos sus mismas caras , intentando mantener su misma actitud, pero el sabor a fracaso se paladeaba diferente. Incluso las palabras que lo definían seguramente eran distintas . Se escribía con otros nombres en otros idiomas y a nadie le importaba, ni siquiera a nosotros que estábamos en medio. Solo tener muy claro que el callejón a escoger no condujera hacia nuestro propio infierno.
Existen luces que puedes seguir, gente que te alumbra el camino, deshora de redimir cualquier causa que tenga pendiente con eso que se empeñan en llamar destino mientras besan sus colgantes al cuello, cada uno una religión que les salvo de ser lo que vengo yo siendo. Veo…
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Pastillas partidas
No paraban de repetirme las mismas frases, o si eran diferentes era incapaz de diferenciarlas. Resonaban en los callejones que frecuentaba entre dados y mierda. Imitábamos los juegos que veíamos en las películas y poníamos sus mismas caras , intentando mantener su misma actitud, pero el sabor a fracaso se paladeaba diferente. Incluso las palabras que lo definían seguramente eran distintas . Se escribía con otros nombres en otros idiomas y a nadie le importaba, ni siquiera a nosotros que estábamos en medio. Solo tener muy claro que el callejón a escoger no condujera hacia nuestro propio infierno.
Existen luces que puedes seguir, gente que te alumbra el camino, deshora de redimir cualquier causa que tenga pendiente con eso que se empeñan en llamar destino mientras besan sus colgantes al cuello, cada uno una religión que les salvo de ser lo que vengo yo siendo. Veo murales pintados, y frases hechas que me anuncian mi futuro, carteles que intentan venderme algo, y yo con un alma al portador dejo hacerme, expoliado una vez más a la vuelta de la esquina. Donde en un cajón de calzado puedo guardar el resto de mi vida. Vienen con intenciones claras de salvarme por siempre. A cambio debo de condenarme no volverá nombrarme con mi nombre de pila. Dejar se ser lo que he conocido hasta ahora.
Miro el cambio y veo en que se han convertido. Y no puedo evitar pedir otra hipoteca sobre mi alma. Vender hasta el traje, empeñar los zapatos para un viaje nuevo. A otro ángulo. Aún lugar donde volveré a encontrarme salvadores a los que no puedo mirar si no es con un arma en la mano y un casco de soldador para que no me deslumbren. Tantos agujeros . Tanta ineficacia a la hora de terminar con la vida de aquellos que resultan patógenos , y no me queda más remedio que permanecer postrado, esperando tu silencio, escuchando tu respiración partida a medio pecho. Sabes a medicinas de hospital de campaña. A cosas a medio hacer, a algo que no queda más remedio que ocultarlo, y el día que se mostró en público se partió. Cayó redondo al suelo.
Sin pedir auxilio, a la suerte que quisiera encontrarle, y no fuimos otros que dos salvajes que no sabemos remediar. Aquellos que cada lado oblicuo parte la esperanza y dejamos que se derrame. Ahora te veo, y tengo que contar las gotas que te quedan por diluir en sangre, y se asomarán a tu pelo. Líquido infierno. Paseo por diversas plantas y me escondo, radio la desesperación por si alguien le queda perspectiva de optimismo, y no tiene miedo a perderla, por lo menos haga valor y salte por la ventana. Te espero impaciente en el sofá de la habitación, dono sangre, y pido la cuenta. Si tu vuelves tendré rédito en las iglesias
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Móviles en fundas de calcetines
Me muero por seguirte, el ritmo y las horas. Por poder seguir diciendo que te quiero, y escribir poesías nuevas cada hora y poner los discos que te gustan en la gramola que compramos juntos en el viaje a Asterdam. Que no quede ningún hueco vacío en el que no perdimos dando vueltas sin saber muy bien que hacer o que decirnos contra los cristales de la ventana. Me igo dando pasos en balde mientras pienso en chorradas y en lo que nos a detenido en estos últimos días y, es que queremos los cigarrillos en bocas ajenas. Necesito saber algo más de lo que nos estamos diciendo.
Vuelves y te vas sin que las velas se enciendan. Me escribo cartas con remitentes diferentes para intentar conseguir una perspectiva que tengo perdida. Una mano que debo de dar por retorcida con unos naipes que se horrorizan si los traduzco al tarot y me piden que embista a la vida sin ti. Te cortaste el pelo y me regalaste mechones en una coleta, con la que he dormido estos últimos días. Te miro y me pregunto por que cambiar nuestros horarios que se compaginan y aún así nos evitamos. Vuelvo deshecho de relaciones que me aportan más de lo que nunca habría querido y recojo las migas de pan de un arcángel que come con glotonería encima de la mesa de mis suplicas. Mientras masticó granos de café que intentan invalidar mis cotidianas borracheras.
Suenan las teclas de la máquina de escribir para una nueva carta y deletreo cada una de las palabras. Sin saber que sílaba a sílaba las vas a diluir en un humo tan maldito como la soledad en el cuarto donde te escondes para averiguar el nombre de las personas que te vaciaron la niñez. Oigo gritos, posiblemente míos, de cada vez que te vas y me quedo mirando la tele sin canal fijo, observando mi propio reflejo, que me saca la lengua y se desnuda esperando que le acompañe a un viaje distinto. Donde puede escuchar los colores, saborear la música, tocar y partir el aire como un aura de lo que algún día conseguimos ser, para ver un portal a otro lugar. Espantar la soledad.
Gramos de inconsciencia infinita y zapatillas rosas de andar por casa mientras juego con un mechero de gasolina de marca infame, quemo mis dedos que no se quejan, aun fríos sin poder tocarte ni un solo momento. Quedamos para instantes mustios, y me abres la puerta, las velas se han callado y observa desde la esquina a los malditos con rastro de sangre en los codos y nudillos, el objetivo olvidado se rinde y deja paso al silencio.
Posiblemente y sin una verdad certera me toque esta noche escribirte los números de una cábala imaginaria sobre la empalda. Unir una línea de puntitos de pecas que nos recuerdan a casiopea. Has vuelto y no pienso dar tierra a la mediocre y libidinosa ostriocidad. Has vuelto y nos comemos a besos para la eternidad.