Sin fecha en el calendario
Apenas dormía, era incapaz de reposar mi cabeza sobre ningún sitio y sentirme comodo, apenas conseguía cerrar los ojos cuando estaba sentado, principalmente en el autobús, me dejaba llevar bajo las conversaciones ajenas que en mi mente dibujaban todo tipo de situaciones. Dejaba que todas esos diálogos se agolparan dentro de mi cerebro y fueran dibujando luna historia formulando un pequeño cuento que me adormecía y me desdibujaba hacia otro tipo de realidad, sin los parpados, los cuales me apetecía cortarme.
Una pantalla en negro y un bolígrafo sin apenas tinta, así era imposible escribir ningún tipo de historia. Una raspa sin pescado que se había lanzado al mar y siquiera servia para comida de los depredadores más ínfimos no llegaba a peine de la peor clase . Debía de ser los hechos que llevaba aconteciendo toda la semana, me habían dejado sin ningún tipo de gusto por los brazos de Morfeo, estaba entre espidico y sonámbulo, según en los 5 minutos en que uno consiguiera cogerme. Me negaba a almacenar problemas, así que lo primero que hice fue solucionar la muerte de mi padre, se almacenaba el polvo en su habitación mientras el no era ya más que eso y, nos hacia burla desde algún recóndito sitio, o los cristales de la ventana.
Su afición a los narcóticos fue lo único que me dejo de herencia, fuera cual fuera, y a la forma en que se tomase. El en realidad era un jugador profesional en esa liga. Podía uno decir una sustancia y el podía comentar todos los tipos de consumo que tenía o con que combinaba de forma que lo diese un pequeño gustito al cuerpo. En sus manos unas simples juanolas se podían convertir en un ansiado producto para la DEA.
Oigo como se mueven los arboles y tienen ganas de dejar caer sus ramas posiblemente sobre la gente andando, molestando, los lugares hacia donde se dirigen no son más que un pequeño paréntesis del lugar de donde venían y ambos van a ir a parar a la misma compañía funeraria. Los mejores trajes en los peores momentos. Tengo un bolígrafo desgastado que se niega a escribir tu historia, ni siquiera quiere aprenderse tu nombre, que vienen a clavarse como una jeringuilla ardiendo en un día de fiesta. Me sobras y sin ya estas hecho. Tendré que lidiar con esto. Sabores fuertes en el paladar.
El teléfono que suena y no puedo tomar apuntes con mi viejo bolígrafo gastado que se niega a escribir nada nuevo se aprendió tu nombre hace años y los sitios donde buscarte y tal vez sea esa la razón por la que quiera seguir quedándose a pasar las noches en casa, donde los márgenes son equívocos y la gente pinta en ellos. Los finales de sus historias, algunas malas, algunas quieren ser románticas se terminan, se despiden con un beso. Se olvidan los «te quiero» y las palabras sinceras que aprendi a escribirte en segundas hojas donde nadie mira el reverso.
Un comentario en “”