Carpetas vacías de recuerdos

Todos parando en el mismo sitio, comentando las mismas hazañas y los grandes besos de las historias más antiguas jamas contadas, como si de algo sirviera. Prefiero olvidarme, no creo que hoy en día me sea de provecho saber con quien se dio el primer morreo mi prima o los mejores colegas de colegio  y sus andanzas. A donde fue a parar mi primer amor o los tristes primeros versos que escribimos en un pupitre que hoy tendrá tantos tatuajes, unos encima de otros que se habrá olvidado de quienes somos, de si hubo tiempo mejores o si en estos las amenazas son más efectivas y los amores más iracundos. Tengo que salir para que me de el aire.

No tengo ganas de amargarle la fiesta a nadie pero tampoco se puede llamar así a una reunión de viejos que aún se creen críos , que comparan sus vidas con la de gente como Gandhi, o de la de algún otro que al menos hace que no me pregunte si el ser humano merece la pena, y van por ahí pavoneándose de su género. Cuando lo único que han dejado son facturas de  la luz y mierdas de los perros que creían que poseían y la esperanza en la puerta de casa y la poca consciencia de la verdadera inutilidad de su dueño.

Enpieza a enrevesarseme la sisa del pantalón y empiezo a sentir una especie de quemazón en la entrepierna que normalmente solo se despeja cuando dejo de comportarme como un animal de dos patas. Persigo hembras como el animal que soy, el mono del que desciendo se hace cargo de mi, y entre los dos los pirramos de pensar en montón de hembras. Cualquier tipo, lugar, tamaño, color, o lo que sea. La mejor versión de mi mismos sale hacia afuera. Al fin y al cabo hay que gritar. A pesar de vivir en una mentira que no le agrada a nadie, en la que mandan los fluidos corporales. Unos más deliciosos que otros, pero todos al alcance de la mano.

Con la cabeza caliente soy incapaz de pensar todo me da vueltas y me pierdo no paro de volverme medio loco y con deseos contrariados de destrozar medio mundo mientras uno al resto. Así que me descalzo. Templo la temperatura de mi cuerpo. Hoy me siento como un folio sucio que no sirve mas que para apuntar la lista de la compra por retales. Sucio de grasa y excrementos mentales. Secretos que se comparten por teléfono y nadie se atreve a abrir la boca. Dedos que son golpeados contra una mesa mientras que los pies se hunden por debajo del suelo al ver que cualquiera de las personas que queremos  deshaciendo la vida.

Moviendo las fichas en contra de nuestros intereses, nos hacemos los valientes pensando que somos capaces  de recuperar algo de orgullo, demostrándonos que somos capaces de hacer algo con los días que nos quedan. Cementerios y luces de feria, no valemos más que un circo ambulante que se muere y cuando cogemos fuerzas vemos como se acerca hacia nosotros los coches fúnebres. Días vacíos para ser otro eslabón, y aun así cruzamos los semáforos en rojo para poner a salvo nuestra muerte, y así seguimos. Un día nuevo, una oportunidad para enterrar adrede las fluorescencias del mal fario.