Los puentes de Brooklin en metro
Te quiero ver y no puedo, me imagino que es más común de lo que creo, incluso algún director de teatro ya me molesto con anterioridad con esa obra, posiblemente el autor estaba muerto y utilizaba a otros. Sus palabras para atormentarme y yo que hacia oídos sordos, ahora me plegó, y soy como dos. Las mitades se torturan, una por que no viniste, la otra por que sabe de sobra que no llegaras, que es imposible con este humo que surge de entre los dedos. Más estaciones de metro. De vez en cuando, me peso de parada, y me oigo gritar desde fuera a dentro.
Te oigo en silencio, me miras y señalas cada uno de los pasos que dimos cuando eramos nosotros y aún teníamos la posibilidad de huir, se nos acaban los laberintos. Las pilas gastadas nos miran y nos preguntan que pudieran haber hecho por nosotros para que ahora algo tan tonto sea tan importante. Cualquier detalle. Una casa vacía en la que puedo escuchar cualquier ruido. Las sombras de quienes fueron, los vecinos con sus vicios, y sus ganas de seguir haciendo muecas contra el cristal que devuelve una figura deformada de la persona que creen que fueron y se gasta escalón a escalón.
Una pregunta incómoda a final de mes, cuando algo tan simple como mirar debajo de las colillas nos cambia el nombre. Miro de repente las flores de los que nunca llegaran y los que vivirían a la carrera. Un solo minuto. Dos horas tarde. Déjame que te cuente me decías con los hombros apollados en la barandilla, era más dificil de los que pensé en un momento, había que bajar tres peldaños de la realidad a cualquiera que quisiera oirte y, sentirse orgulloso de ello. Me lastimo las palmas de las manos, cuando chocas con esa cara de rufián, y al fin y al cabo, acabas de mandar al ocaso de la vanidad a otro rufían más , a otra fabrica de golpes. Rota la cadera. Capaz de ganar una batalla a ocho sonidos de flash.
Arruinar algo y sentirse orgulloso, hay que servir. La última vez que te salude aún te olía la boca a ciénaga, a arenas movedizas sin nada a donde agarrarse, a leyenda urbana a medio contar. Whisky sin fin. Cigarrillos del porvenir, cada vez que te beso me atraso, y el reloj deja de escupir. Te echo de menos y no quiero fingir. Luces apagadas en mitad de una decadente postrimería Si no te veo mándame algo, que sepas que con el tiempo se va a estropear, que no quiera simular. Los días que me quedan en la estación se me antojan helados. Tengo frío y aun meo gasolina. Los que se sientan a mi lado no saben que no van a partir. Buzones sesgados.
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