Alfileres que no pinchan
Con el hábito de no seguir hacia ningún lado, caminando despacio mirando con cierta ansiedad los edificios, paseando de vez en cuando en líneas rectas a pesar que lo que cuadra no debería estar ahí. Vamos desmontados de momento, esperando que algo nos sugiera por donde seguir con los bolsillos prácticamente vacíos, las tildes de nuestra vida olvidadas en un baúl de color infame. Una cajita mugrienta que esconde un devenir y la especulación que estamos mascullando entre dientes para poder esgrimir una explicación de donde estamos. Tomas de aliento no justificado, en mitad de un desierto en el que nos quedamos solos sin unas sola conjetura.
Prometí dar pasos de dos en dos, ir deprisa en tu encuentro y lo que me dio de frente fue un camino sin señal fija que en realidad no me amedrenta pero se a ciencia cierta que alguien cambia los carteles para confundirme, sin ningún motivo. Noches en que las averías se hacen fortuitas y, quien me desconoce a mi persona se pone en contra de lo que fuimos una vez. Un príncipe de tierra asiática que no existió. Un mentidero de añorosa explicación. Me gustan los pies de tu reclinatorio, como un rezo que no acaba.
Vuelvo las páginas en blanco hasta encontrar alguna palabra escrita y puedo ver tu bolígrafo moverse entre ellas, pidiendo explicaciones a mi alma. No camino con un talante serio, ni cuestiono lo que encuentro, simplemente avanzo. Hasta noquear a la razón que no sabe por donde se debe dirigir cada uno de los senderos que deberían llevarme a uno u otro lugar. Diferentes cada uno entre si, si no fuera que en todos falta agua y donde preguntar por tu persona.
Maestros especialistas en un arte que me llevará al mismo sitio, a la misma encrucijada de cuatro caminos, y gritos de gente imposible de ver. Una fiesta pagana con unos dioses que se cobran almas humanas y diversos licores, siempre derramados encima de mi pecho, evaporado con el calor de cada una de las palabras que recuerdo al salir de tu boca. Tumbado bajo la sombra de un cristal que no hace otra cosa que no sea agudizar el calor y torcer la líneas de la escritura de los que apaciguaron tu sendero.
Herencia de desolación sin una pizca de asomo de esperanza con peces muertos a la orilla. He empezado a fijarme en un punto fijo, y recorro todo la travesía pendiente de el. Una linea nueva y una estrella que considero mia, el bautizo con un nuevo nombre y unas letras que no me reconocen. Anteriormente guiaba mis pasos pendiente de ti, ahora al lado de las huellas que dejaste, del símbolo de tus pies, oigo el canto, imperecedero. Eres mi mente, mi lumbre.
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