Cafés fríos, cajas de zapatos llenas
Todo empantanado, en mitad del garaje los libros mordidos, por los ratones y las cajas húmedas por las lluvias anteriores a mi llegada, en realidad ninguna baja importante. Debería de dejar de preocuparme por los trastos viejos que lo único que traen es recuerdos, algunos se enganchan en el paladar y son incapaces de soltarlo. Me gustaría decir que alegres pero tienen ese sabor agridulce de todo lo bueno que encontró un fin algo escabroso, como toda buena historia que se precie. Pero a mi no me interesaba se un poso de buenos relatos, si no el haber tenido una vida feliz con unos sobresaltos que incitaran a la alegría y no perderse en palabras, que incluso a veces ni siquiera tenia muy claro que significaban.
Un amigo que se perdió por que nos robo la novia el mismo día de nuestro cumpleaños , aquel relato con el tiempo incluso tenía su gracia pero jamas me quitaba el regusto amargo de las consecuencias. Ya eramos lo suficientemente mayorcitos como para no querer jamas que eso sucediera, y los reproches que siguieron en los días que se agolparon como una tarde de lluvia no cicatrizaban.Tantos años juntos para terminar haciéndonos daño como personajes de la historia más tonta. Cualquier flash feliz que me venia a la cabeza de aquellos años se trituraba al cabo de 5 minutos, al pasearse delante de mi la tontería que me había gastado y la mala rebaba que nos gastamos creyendo ser felices.
Buscamos algo que no se encuentra, que se fabrica día a días sin abrir ni gotear el limón en las cicatrices. Paseaba los objetos, por mi cara, cada uno tenía un significado como aquellas fotos de Luis, que le hizo falta levantarme un ligue muy bien pinton para darse cuenta definitivamente que lo que le gustaban eran los chicos. Ella termino tan harta de nosotros tres que era capaz de bordear todo el barrio para no encontrarse con aquel bajito ligon que era yo, Luis que no decidía su acera, mientras Lander nos hacía los coros más sonoros de la forma mas birriosa posible, a la que solo faltaban cacerolas, timbales y cascabeles.
La noche que sin querer nos confundieron en una discoteca muy fina y pija con unos clientes VIP y encargamos las bebidas más caras a cuenta en nuestro propio reservado. Conocía allí la erótica del poder y sin venir a cuento ligue con la camarera más explosiva que existía, siquiera yo puedo asegurar que fuera de carne y hueso. Empeñada en comerme a besos, me deje querer, mientras la go-go me ponía ojitos y discutía mi tutela con ella. El dinero del que carecíamos obró milagros aquella espera al amanecer.
Las noches que nos juntábamos al calor de una hoguera, y disfrutábamos haciendo el payaso, para terminar cantando «las mañanitas del rey David» o cualquier otra tonteria bajo el balcón de la novia de Friso. Creer que eres invencible, dormir unos encima de los otros, sin mas colchones que nuestras costillas, chicas, chicos, mutantes, frikis y microbios. Hoy después de 16 años me mudo, empiezo a quitar trastos de encima. Esta mañana vendrán algunos de ellos, los que quedan. A los que fueron , o no están siempre una sonrisa. Al fin y al cabo el tiempo es una inconsciencia amiga, de sonrisa canalla, cuando les veo aparecer a lo lejos con la misma verdad coja.
Un comentario en “”