Puertas cerradas
Menos tiempo del que necesitaba así que normalmente andaba corriendo de un sitio para el otro como si fuese a solucionar algo. Por lo menos a mi me lo parecía y esto en ciertos momento calmaba mis continuos ataques de ansiedad que dependiendo de la forma en que se dieran y la potencia de estos había saberlo catalogar. Yo y mi médico. Así que tenía 7 tipos de pastillas diferentes para una misma enfermedad que fabricaba mi propia mente por el propio gusto de verme en cuclillas clamando el cielo. De vez en cuando en posición fetal, confundiendo los colores por unas alucinaciones que solo mi propio desdoblamiento de personalidad entendía.
Me abalanzaba sobre mi objetivo de una forma insana. Como un ser primitivo de caza simplemente que no pretendía dar por muerto un mamut. A pesar de querer ver cadaver a más de uno cuando lo tenía enfrente. Empezando por mi jefe. El odio que sentía por ella era tan grande como la dominación. Faltaban detalles en mis ilusiones imaginarias, así que fui yo mismo el que empezó a darle forma a mis alucinaciones visuales, cuando notaba que escaseaba el colorido me concentraba y preguntaba a mi mente que era lo que realmente quería explicar o por donde estaba decidiendo explotar pues ya no la entendía.
Entonces los colores brotaban de una forma indescriptibles. Podían respirar tranquilos los animales, si me querían comer o engullir lo hacían pero con un pelaje maravilloso sin tenerme que esforzar en saber si era un león o un leopardo, con una nitidez absoluta en su cabello. Los tatuajes de mis agresores eran totalmente resplandecientes como transparentes sus intenciones. Si, la mayoría de las veces me tenía que defender de alguna agresión. Pero es que hablamos de mi mente y es que yo no era una persona precisamente agradable. Ni tan siquiera conmigo mismo.
Las tazas se devoraban así como el contenido de ellas, era chocante y humeante. Echaba de menos tu presencia, las ganas de vivir que siempre destilabas, ahora yo permanecía metido en un cuchitril en el me dedicaba a dormir la mayoría del tiempo, de vez en cuando salía a dar un paseo, pero las inclemencias metereológicas no lo hacían posible, si uno no era valiente, lluvias, nieves y granizo era el temporal normal en una comarca golpeada por el frío, incluso en los meses de verano. Salía a mandarte paquetes al centro del pueblo, donde se encontraba el centro de mensajería, pero al contrario que otras veces, y en otros casos, almacenaba todo lo que podía en una caja grande para hacer el envio.
Me encuentro viejo, sin apenas cobertura. Me envuelve un halo de estupidez al creer que volverías. Solo hago esfuerzos para convencerme, que el día que muera , me encuentres antes que se me pudran las pupilas.
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