Puedo verte
Siento otros olores cerca mía y no se desdibujan, una esperanza vana de volver a ver lo mismo que en otras épocas pero en distintos lugares. Nunca he tenido por alguna extraña razón excesiva melancolía, y aun así me paro a rememorar de vez en cuando, aun a sabiendas los tiempos que no vuelven, así construyo el futuro. Y eso intento, el mismo calor que conseguimos entonces soy capaz de dibujarlo con las manos y me dispongo a ello. Cada paso que doy de disfraza del anterior en la proximidad de un sueño. Todos los proyectos que construyo con la ilusión de ver en tus ojos la misma sonrisa el mismo gesto de sorpresa que al principio.
Diversos sitios por los que nos va llevando un tiempo diferente y al que se le antoja vicios nuevos y formas diferentes de construir. Nunca vi el futuros, se amansa un presente que con un poco de suerte se convierte en proyectos que día a día vamos transformando en vida. En algo que nos llena cada uno de los minutos de nuestra existencia para poder levantar un poco la vista y contemplar el azul que nos abre lejos de tristeza, su nubla y nos deja con lo que tenemos en las manos y más cerca. Tu sonrisa y su preciso golpe de nocturnidad, pendiente en el mismo sonido que atravesamos y nos disponemos a dejar lo que nos une al suelo. Un poco más eternos de lo que nosotros somos capaces de definirnos y por un momento de tiempo más largo.
El mismo vapor que nos cubre esta noche, posiblemente sea autóctono, pero se preocupa por lidiar con muchas y más personas de las que pensamos, cubriendo de frío y humedad campos sagrados y habitaciones de gente que nos quieres más que pasar el rato cerca de las semejantes a los que quieren. Me enraizé y ese mismo sentimiento y me llevo a viajar hasta que mis pies no supieron el nombre de la tierra de donde me encontraba, y no sabia si iba a ser capaz de aprender nuevos apodos con los que llamar a todas y cada una de las personas que me rodeaban. Un corte de formas que se disimulaba a lo lejos pero que en la cercanía preguntaba si de verdad iba a decidir por los amaneceres que se escondían en tus manos.
Huelo a incienso y a ciertos arboles benditos que apenas se pueden nombrar. Me poso encima del agua y me dejo hacer, construir puede ser un don, pero dejarse llevar por lo que lleva siglos dibujando una sociedad, una virtud que no hay que desaprovechar. El mar me lleva a dentro, y pide mi cuerpo, me zambulló, donde quiera ir. Viajame, y allí tendré mi casa. No más de 2 o 3 días.
Luego partiré donde se ponga el Sol, o silbe el viento. Donde oiga el sonido peculiar de el agua caer de las montañas nevadas para poder beber, cerca del fuego, en una hoguera. Donde poder reunir a esas personas que nos encontramos en los caminos, a esos animales, seres y plantas que nos vuelven a explicar que significa ser especiales. De un grito a un llanto, una vida nueva. Donde esta el agua fresca, de ti las manos llenas.
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