Goteros de leche
Los soldados tardaban en llegar, incluso había algunos que hacían el viaje en vano. Cubiertos de nieve hasta la cintura. Perdiéndose de uno en uno por lugares que no se molestarían en recordarlos. Pasimonia en ello. Se adrentaban con alguna esperanza y esta solo tenía nombre para ello, valientes con alma de cobardes. Que terminarían derritiendo lágrimas para tener algo que beber mientras el frío congelaba sus últimos esfuerzos y servían de presa para alimañas. Sin convertirse en los héroes que creían haber soñado ser. Frases en falso. Juramentos que se hicieron cuando aun tenían la seguridad de ser alguien. Ahora convertidos en la última frase sin remedio. Muertos por congelamiento sin haber entrado en combate.
La postrera escoria que se perdía más allá de permitirse el lujo de perder el equipamiento que no sabía usar tapándose con el uniforme mojado, y los calzoncillos húmedos por el miedo. De vez en cuando lograba enseñar a alguno a traspasar la noche y algún sendero que indicase que eso era un atajo para que al menos llegase tan solo ahogado por su propio pánico. Gafas de ver de lejos. Caminos largos. Dejando encima de la mesa la mayoría de las credenciales, de cuerpos que se iban encanijando.
El significado de la noche era diferente según el lugar donde empezase uno a despertar cada día. Tierra cubierta de sal, donde nada crece, comiéndonos los pasillos por las noches. Haciendo laberintos de nuestras propias dudas para tener con que soportar el tiempo, y engañar al hambre y el tedio. Trasportar las miradas, hasta llegar a buen puerto con el faro bizco. Pez misterio, el teléfono trasero con la llamada en espera, nadie queda vivo. Cojos. LLegamos a nuestro puestos. Pero llegamos. El que consigió guiarnos fue el mentiroso que sirvió de comida justo antes de volarle la tapa de los sesos.
Placas que indican órdenes. Nos instan a una nueva forma de comportamiento. Seguramente no sepan, que lo que se nos quedo hundido en la nieve no fueron los orines con los que dibujamos nuestros nombres y formas de desnudos desalmados, si no los modales de señoritos, y la capacidad para escuchar con un mínimo de sentido.
Me vuelvo quiero saber el nombre de cada uno de ellos. No llegaran, ni tampoco terminaran por interesarnos, aquí todo esta vendido, a menos somos, más probabilidad de rendir como pedazos inermes que como seres humanos. Pienso en abatir a cada cual que se acerca, amigo o enemigo. Roidas las banderas, las señales confundidas. Soy cordero con la con la piel deshabilitada por el odio, raído.