Vagabundeando, de un lado hacía el otro, como si tuviese donde ir. Preguntándome por el próximo destino al que llevar a mis zapatos viejos mientras intentaba ocultar al resto que el día que se acercaba par lo único que me iba a servir era para lo mismo que los anteriores. Luchar con los demonios de la ciudad, el frío y con los míos propios, que no callaban. Sabían me sabían de sobra como para no dejarme vivir una larga temporada. Los hospitales eran una buena manera de combatir el tiempo muerto. Allí nadie preguntaba por que uno se quedaba dormido en una silla o sofá. Daban por hecho que estaba esperando uno a cualquier familiar o amigo en urgencias. O que hacia el relevo a algún alma cándida que se había quedado con algún desgraciado que no le quedaba más remedio que pasar allí la noche.
Con el tiempo uno aprendía a pasar desapercibido y alimentarse con café de máquina barato, que entonaba lo suficiente el cuerpo para no quedarse helado. Lo mismo sucedía con las bibliotecas. Uno se colocaba delante de un buen libro, o la pantalla de un ordenador, que servía de televisor y podía quedarse el resto del día resguardado por el módico precio de 0,50 el cortado. Las estaciones de autobuses y trenes estaban ya muy manidas y la gente de seguridad demasiado preparada para hacerse cargo de gente como yo. Que en cualquier baño eramos capaces de hacernos una limpieza completa de cabeza a pies. Incluyendo culo y pubis.
Los grandes almacenes tampoco son buen sitio, las personas son vigiladas como borregos y en cuanto se ve algo fuera de lo normal la porra se empieza a balancear, como si se tratase de una película muda de los años 20. En busca y captura de todo aquello que tenga pinta de ser un poquito diferente. Para sacar algo de dinero me muevo por los conciertos, de cualquier tipo de música, bebidas en verano, chubasqueros en invierno. Se vende lo que se puede. Además de hacer pequeñas artesanías con el metal de las latas de Coca-cola y estaño. Que suelen gustar a los jóvenes, a lo adolescentes. Pequeñas insignias de sus grupos favoritos. Para poner en la camiseta o en la mochila.
Que se yo, lo único que me obliga es saber quien es la persona que mas discos vende, quien rokea mas duro, o quien viene a la ciudad a atronar con sus guitarras y, al fin y al cabo eso no deja de mantenerme menos viejo. Oir canciones nuevas para este dinosaurio, que se sube de nuevo al toro mecánico del metal, a ser un pendejo. Los chicos me hacen peticiones. Yo se las acepto. Total dormir caliente, comer de nuevo.
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