Siempre parece ser el mismo lugar, aunque parezca distinto y nos sentemos a la mesa los mismos. Con las caras largas y los teléfonos encendidos esperando a que alguien llame y rompa esa monotonía. En un código rojo que nunca parece mejorar. Otros sitios en los que podríamos estar mucho mejor, padecen la misma enfermedad, pero nos mostramos incrédulos a creerlo. En cada momento cambiamos de opinión y nos cruzamos con el gentío. Incapaces de ver el problema y encerrándonos una semana entera en una habitación a divagar. ¿ Cual sera la solución ?. Tan solo abrir las puertas que nos mantienen aislados como a ratones de laboratorio, a expensas de nuestros propios experimentos y llantos por lo que nos sucede.
Aquello que jamas sucederá si seguimos siendo opacos a la luz del día. Tirado en mitad de un colchón ocultando lágrimas de problemas de mejor y fácil solución. Intento ver las estrellas, pero el techo me las tapa. Las velas son poca luz para no asfixiarse en un solo día. Escapar por las ventanas una posible opción si no queremos parecer un caballo triste de pelea. Saltar los escalones de dos en dos , para bajar la pereza y la penuria. Volverse a poner en pie algún día.
Fotos estáticas que ahora merecen la pena. Pero que debemos que debemos dejar de componer antes de ser una línea discontinua. Libros de donde arrancar páginas ya heridas para poder fumar los cigarrillos de la paz con nuestra propia tribu, y si hace falta con todos los que aparezcan. Me pongo encima de la cabeza las plumas blancas de una paloma muerta por atropello. Donde íbamos a terminar tu y yo, encima de un coche, de su salpicadero, quizás no creo, seguramente. Nada vale más que este instante contigo. Así que voy a hacer las cosas lo peor posible hasta que creas que vale la pena darme una revisión de condena.
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