Tiempo puede pasear entre que coincidiéramos y nos pusiéramos de acuerdo. Noches a la intemperie, y sitios a los que juraste no volver a dormir. Lugares a los que volvemos, promesas que se quedan entre los dedos y la cabeza, nunca se han de repetir. Viajamos juntos, nos separamos. Pareciera que no andaríamos ni un paso más, y no puedo con más remedios. En las duchas frías y sin puños calientes terminamos por ver el final del día siempre a menos de un metro el uno del otro. Y ahora nos evita el tiempo. Se encierra intentando jugar con nosotros al escondite y no puedo dejar de mirar tus fotos, tus mensajes, todo aquello que dijiste.
Se que en ciertos huecos vacíos hay alguien, por lo menos una intención, algo que salimos a buscar. Y que no paramos hasta tenerlo cerca. Puedo saber los colores equívocos que nos trajeron hasta este momento en que decidimos convertirlo en nuestra bandera. Algo que emana calor y donde poder volver los días que te sientes sola. Se escapa por algún tejado que desconozco como un humo que envenenan. Alumnas de relojes que miraban de lejos y nos interferirán a la hora de volver , como si lo único que quisiéramos fuese un poco de carroña.
Tengo minutos de retraso, un tiempo contado que conoces de sobra. Suelos en los que nos encontraremos alrededor de alguien, un juego. Y unas palabras de más que pueden evitarnos el suplicio de tener que explicarte donde se encuentran aquellos que anelas. Evito explicar los mapas, los sentidos confundidos por unos callejones que recorrimos uno a uno, hasta volverse hediondos bajo nuestras pisadas. Conozco la mañana y su frío, la sensación de no haber encontrado nada. Un cuerpo tibio que uno no conoce y resulta ser el suyo. Tocarse y saberse en montaje.
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