Verla siempre me conmovía, ademas de despistarme, me hacia cambiar de ocupación. Daba igual cual estuviera realizando en ese momento. Si leía, me ponía nervioso con el ordenador. Si estaba recogiendo de repente me surgía el escribir. Ya fuera sobre su rostro, o de lo primero que sentía al verla allí. Entre poeta filósofo y un poco gilipollas, pero era eso lo que hacia. Incluso había momentos que simplemente estaba escribiendo, me surgía una sonrisa como a un torcuato y llegaba a realizar papiroflexia. No, la verdad, no sabía fingir bien.
Me quedo en mi sitio, y aunque a nadie le importe la sueño, y sueño lo que escribo a pesar que hace semanas. Apenas a nevado, paso tiempo y todo cambia a mi alrededor. La gente que estudia en la biblioteca y ya harta se fija en mi. Yo pienso que no soy buen ejemplo para ellos, nunca llegue a tener grandes estudios a pesar de mi curiosidad y mi afán por leer y los documentales. Mi falta de concentración. Si, me doy cuenta de lo que hacen y de que me miran por mi faceta de voyeur. Me encanta mirar a las personas. Algunos deberían tener un Premio Nobel.
Por ejemplo a la mejor Ciencia Oculta, esos que pueden tirarse horas y horas sin abrir un libro ni por casualidad, si acaso para que nos se les vuele la baraja o un Goya a la Mejor Interpretación a esos que llaman de repente y poniendo voz quejumbrosa dicen sin cortarse un pelo «llevo horas estudiando, la verdad es que me lo he ganado – señalando a algo chungo, caro o costoso-» cuando el jodió a llegado tarde y a salido más de 12 veces a fumar y otras 4 al baño, otras tantas a tomarse un cafelito o algún mejunje de máquina. A saber que ha pedido de recompensa después de tanto esfuerzo.
Lo único que consigo cada vez que me marcho es volverme a ponerme nervioso. Cuando volverá. La he visto la cara y me he visto yo mismo y de verdad encontrarle sentido a que permanezcamos juntos elimina cualquier tipo de rastro de vida inteligente en el planeta. Así que he de mover bien mis fichas. Que por otro lado no es ninguna. No puedo moverme sin pesar que va a valer la pena. Algo que tenga que ver con su persona y cada vez que me pongo romántico o pienso en perseguirla por obra y gracia del espíritu santo me salte por la radio una canción de las chirigotas de Cadíz. Debía de ser que se lo tomaba de guasa incluso el destino. O lo que quiera que en este mundo haiga.
Metido entre la gente como si fuera la cola de salida de un tsunami. Aquellos que intentan saquear un supermercado para hacerse con la poca comida que queda. O un turista fallido en un 17 de Octubre de 1917 en Moscú intentando salir de la polvareda, pensándose si unirse al jolgorio coger el primer tren que hubiese hacia un destino que significase algo más que sangre y nieve. A veces perdido y otras tantas contento con las llamaradas. Quemándome lentamente, pidiendo lluvia no agua.
Un comentario en “Sentado de lado”