Las gafas de color azul me muestran la realidad de una forma diferente a como solíamos verlo de antaño. Todo roto. Lleno de grietas en el suelo. Por donde el sumidero nos absorbe con gran facilidad. Cuchillos clavados en el techo. Buenas intenciones que se las lleva el río hasta no dejarnos respirar. Ciertas promesas incumplidas. Más allá de nuestras intenciones. Se escapa por el único hueco que se ve libre. Cantando en playback. Sin saborear nada de lo que corrompe. Nos aferramos a estas pequeñas aceras. Fabricadas para males mayores, donde se pueden escuchar los lamentos de nuestros predecesores.
Intentándolas llenar de júbilo. De juergas nocturnas y de sentimientos a deshora. Tal vez lo consigamos si seguimos poniendo todo el ímpetu. Platos rotos por el suelo. Estadísticas que nos señalan lo contrario. Incapaces de remontar ningún partido. Aspas que trocean todo lo que se les acerca. Con un poco de suerte iremos de cabeza, sin sentir como se nos quiebran los huesos. Tardes que se mueren sin que nadie les eche una ojeada. Solos pendientes de la cuenta a pagar. Con los dedos pegados. Y las bolsas llenas de basura, que se acumula en un soportal. Incapaces de hacer nada por el hedor acumulado.
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