Se me ha marchado la esperanza, se queda muda. Impávida cuando me mira de frente. Esperando a que sea yo quien diga la primera palabra. En verdad intento dirigirsela, pero entonces pone los ojos en blanco y huye, como un conejo al que le han dado las largas. Parece que se hubiese olvidado de algo u en algún otro lugar y no tuviera más remedio que partir hacía allí con premura. Otros días la encuentro en los cajones, callada, totalmente infiel, dándome la espalda y llena de polvo. Como si se hubiese olvidado allí adrede.
La intento limpiar con lo que tengo a mano, cualquier trapo o cepillo, las lágrimas tengo entendido que la oxidan totalmente. Pero parece ponerse peor, no tiene noticias de lo que es el presente y no queda más remedio que dejarla recostada sobre la cama, para ver si recupera su buen lustre de siempre. Yo me niego a volverla a encerrar, sea por lo que sea. He oído hablar a otras personas, la mayoría más mayores que cambia con las estaciones de tiempo, yo en realidad siempre paseo por los jardines con ella y poco más allá. Tal vez unos pasos.
Intentando descubrir un sitio nuevo cada vez que salgo a caminar, haga sol, llueva o nieve. Esta decidido que si no me quiere acompañar no seré yo quien la obligue. Pero tampoco me quiero quedar encerrado a ver el tiempo en un reloj pasar. Me se de sobra que en su pequeña caja lo mejor que a uno le pueda pasar. Si uno la olvida y solo la tiene en cuenta para la hora de no volver a perderse y descubrir lugares nuevos, se pone fea, se deshincha y muda de color. Es amiga de las deshoras de descubir huellas desconocidas, de no tener cotizados nuestros bostezos a la hora de la siesta. Ni nuestros remos, si la obligación y el placer de navegar nos ocupa, ella es el nuevo sitio que no conocemos.
Ayer me beso algo que desconocía, que irradiaba fantasía, con un nombre nuevo, se escondió entre mi nariz y mi corazón. Y me estuvo acompañando todo el día. No quise dormir hasta no caer agotado y saber de ella. Carecía de alas así que como supuse en un principio ni fue ángel ni fue hada, más bien el principio de un fin, o el final de algo que no se da por vencido. Que cae gota a gota y nos persigue a todo lo que salimos de madrugada y nos dormimos al alba.
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